Tierra de nadie

Hablando de kamikazes

Esto de la economía se ha vuelto una autopista en la que unos pocos se han arrogado el papel de una novísima Guardia Civil de Tráfico vestida de Armani, porque siempre ha habido clases en lo relativo al uniforme. En este cuerpo están los mercados, la Comisión Europea, el FMI, la OCDE, los banqueros y, por supuesto, Obama con su teléfono rojo. Son ellos quienes deciden si las medidas de los Gobiernos contra la crisis van "en la dirección correcta" o, por el contrario, se han saltado en rojo el semáforo del déficit o la señal de stop de la deuda, y requieren que se envíe de vuelta a la autoescuela a sus incautos conductores bajo la amenaza de negarles la grúa si les sale humo del motor o se les parte el cable del embrague.

Las de Zapatero, con su tijeretazo al sueldo de los funcionarios y a la inversión pública, la congelación de las pensiones y el varapalo a la dependencia, van, o así se ha comentado, en la buena dirección, aunque a la mayoría nos parezca que a este hombre le han dado el carnet de conducir en una tómbola. Dice el presidente que su responsabilidad es la de pensar en el futuro del país y no en el suyo, y cabe imaginar que, al volante de la economía, contempla a los que circulamos justo en dirección contraria como kamikazes.

Se trata de una convicción muy arraigada entre los estadistas que nos han tocado en suerte. Ellos están en lo cierto y el resto se equivoca. A Aznar le pasó algo parecido con la guerra de Irak cuando quiso poner a España en el lugar que le que correspondía en el mundo en contra del 90% de la población, y tuvo que ser el tiempo el que se encargara de poner a cada cual en su sitio. Para reafirmarse en su pilotaje, Zapatero envió a Bruselas a la vicepresidenta Salgado a someterse al examen del Eurogrupo. Los mismos que le dictaron las respuestas, le dieron ayer el aprobado. ¿Quién dijo miedo?

Puestos a pasar exámenes, el presidente debería someterse a otro mucho más cercano, para que los ciudadanos comprueben si sus volantazos se deben realmente al estado de la calzada o a una tasa de neoliberalismo en sangre mayor de la permitida. Se llama cuestión de confianza. Si el conductor quedara inhabilitado, su escudería, o sea el PSOE, siempre podría dejar a otro los mandos. Hay accidentes que pueden evitarse, incluso los electorales.

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