Tierra de nadie

El casino tiene nuevas reglas

Después de ver de cerca las orejas al lobo o las aletas de los tiburones, que viene a ser lo mismo, la Unión Europea se ha decidido a poner el cascabel a los fondos especulativos para que, al menos por el tintineo de la bolita, se sepa que fuego están atizando y qué cantidad de gasolina tienen en sus depósitos. Unilateralmente, Alemania, ha ido más allá al prohibir durante un año las operaciones bajistas al descubierto, que son las que han conseguido, por ejemplo, que España tenga que pagar una prima inaceptable para colocar su deuda pública en el mercado. En Londres y Washington no ha gustado nada eso de poner puertas a un campo financiero donde todo el monte era orégano, esencialmente porque se trata de una de sus industrias nacionales, como aquí es el turismo.

Lo lógico hubiera sido que los países más afectados por las maniobras de estos fondos, como son Grecia, Portugal o la propia España, siguieran de inmediato los pasos de Angela Merkel. Pero en vez de eso, nuestra CNMV, la que nunca ha encontrado motivos para investigar a las SICAV de las grandes fortunas, constituidas en su mayoría en flagrante fraude de ley, se llamaba ayer a andana con el argumento de que no ha detectado anomalía alguna en este tipo de operaciones. En resumidas cuentas, la fiscalía general del Estado ve criminalidad económica en los ataques especulativos y el regulador de los mercados no ve absolutamente nada. Es evidente que alguien necesita unas gafas.

Si todo esto llega con retraso, otras cosas no terminan de llegar, como la pretendida tasa sobre las transacciones financieras, que iba a significar la primera piedra de la refundación del capitalismo y que ha corrido la misma suerte que el AVE de Revilla. O como, ya en casa, la subida de impuestos a los ricos, a la que ayer volvió a referirse Zapatero para calmar a su parroquia pero sin poner fecha, que con incumplir otros compromisos ya tiene bastante. ¿Es normal que un millonario pague menos hoy a Hacienda que cuando gobernaba Aznar? He ahí la cuestión.

Tampoco podía ser normal que los causantes de este cataclismo siguieran haciendo de su capa un sayo. Hace demasiado tiempo que el sistema es un casino en el que los tramposos ponen la reglas y deciden donde se detendrá la ruleta. La Bolsa baja, sí, ¿y qué? Son ellos o nosotros.

Más Noticias