Tierra de nadie

Sólo un poquito inconstitucional

Tras cuatro años de difícil embarazo, la montaña volvió a parir un ratón. A eso puede reducirse la sentencia sobre el Estatut, en la que todos pierden en la proporción necesaria para poder proclamarse vencedores. De haber llegado en su momento, podíamos habernos ahorrado una erosión insoportable de la convivencia y se hubiera evitado el desprestigio del Constitucional, lastrado para siempre por una politización insensata y por el ombliguismo de sus magistrados. No había necesidad de avivar irresponsablemente el anticatalanismo, ni de alentar ese victimismo tan común entre los nacionalistas, ni siquiera de cuestionar el propio modelo de Estado. Pero aquí somos así, qué se le va a hacer.

La sentencia respalda el núcleo del Estatut, lo que es una victoria para sus impulsores, anula 14 artículos por inconstitucionales, con lo que salva la cara de sus recurrentes, y reinterpreta otros 27. Y lo hace legítimamente, porque el Tribunal, a pesar de la menguante talla de su integrantes, es quien tenía la última palabra sobre el texto. El argumento de que su fallo no podía colisionar con lo expresado por el Parlament, las Cortes y los catalanes en las urnas era insostenible porque esa competencia suya también emergió de los representantes de las soberanía popular y fue refrendada en referéndum. Mientras no se cambie la Constitución, estas son las reglas del juego.

A falta de conocer los fundamentos jurídicos, lo decidido no toca la lengua y avala los avances en el autogobierno, aunque desmonta la pretensión de crear un Estado dentro del Estado, al reducir la bilateralidad a simple cooperación y anular órganos como el Consejo de Garantías Constitucionales o el Consejo de Justicia, émulos del propio Constitucional y del CGPJ. Ahora bien, ¿por qué es inconstitucional el Consejo de Justicia de Cataluña y no lo es el de Andalucía? Como era previsible, el concepto de nación, en su alambicada definición del preámbulo, queda reducido a simple retórica.

Ni España se había roto con el Estatut íntegramente en vigor, ni Cataluña se jibariza ahora con la cosmética del Constitucional. Pero la liturgia tiene su guión: primero, la repulsa de los partidos catalanes; después elecciones, quizás en septiembre. Tras ellas, las verdades absolutas se relativizarán bastante. Al tiempo.

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