Tierra de nadie

A Rajoy hay que tenerle mucha fe

A Rajoy le piden sus asesores que en el próximo debate sobre el Estado de la Nación sea moderado y no haga leña con el árbol de la crisis porque, según parece, los habitantes del desierto, o sea nosotros, estamos hartos de los vendedores de escobas. Algunos querrían que ofreciera una alternativa creíble y se mojara de una vez por todas, pero se ha comprobado que la misión es imposible porque este hombre tiene la piel de neopreno y el agua le escurre en cascada hasta los escarpines. No es de esperar, en consecuencia, que defraude la desconfianza que hacia él sienten los españoles, que es muy elevada.

Lo cierto es que de Rajoy siempre se aguarda algo y, a menudo, los compromisos de su agenda se presentan como hitos en los que por fin demostrará al mundo su descomunal liderazgo. Hace unos días, por ejemplo, se anunció a bombo y platillo que el del PP desvelaría su programa económico ante un nutrido auditorio de empresarios y banqueros. El caso es que, salvo una propuesta para limitar constitucionalmente el déficit público, algo tan revolucionario y definitivo que tiene a los parados al borde del paroxismo, lo único que pudo sacarse en claro es que Rajoy está convencido de que ganaremos el Mundial de fútbol. Ahí es nada.

Se presenta, por tanto, el debate como la prueba del nueve de que nos encontramos ante al próximo presidente del Gobierno, aunque la mayoría haya renunciado a averiguar si sube o baja e, incluso, a preguntarse si está cerca de la escalera. ¿Alguien sabe qué propone el PP sobre pensiones, cuál es su reforma laboral ideal, cuántas centrales nucleares hay que construir y dónde, qué impuestos hay que rebajar o cuál es su modelo educativo? Asidos a una rama y colgando del precipicio, escuchamos cómo Rajoy nos pide que nos soltemos y tengamos fe. Vale, pero ¿hay alguien más ahí o no?

Cuando alguien se ofrece como alternativa al caos, ha de ser capaz, al menos, de esgrimir algún plan inteligente, por la misma razón que de Einstein uno espera la teoría de la relatividad y no que nos explique las cuatro reglas básicas. Las encuestas confirman, sin embargo, que este país es tan asombroso que se puede aspirar al gordo de la lotería sin ni siquiera comprar el décimo. En esas está Rajoy, dejando correr pacientemente los dos años que restan para el sorteo.

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