Tierra de nadie

Aprobado general para la banca

Porque se ha empeñado Zapatero, pero aquí ya sabíamos que nuestros bancos están más sanos que una manzana. Así que, además de superfluo, dada la proverbial solvencia de nuestro sistema financiero, hacer un test de esfuerzo a los bancos españoles es una contradicción in terminis, porque el esfuerzo es un término muy desconocido en sus consejos de administración. Los resultados que hoy deben publicarse mostrarán que las entidades son capaces de soportar todo, ya sea nieve o granizo, un paro más colosal que el actual y hasta el choque el PIB contra un iceberg y su posterior hundimiento en la mar oceana. Lo que no se nos dirá es hasta dónde podremos aguantar el resto.

Está muy bien conocer si, en cualquier escenario, bancos y cajas tienen el capital suficiente para hacer frente a sus riesgos, porque si no fuera así correríamos nuevamente a su rescate y hasta nos haríamos accionistas. Aclarado este punto, la gran incógnita es saber qué tiene que ocurrir para que estos señores empiecen a dar créditos, que era a lo que se dedicaban en otro tiempo hasta que descubrieron que no se podían fiar unos de otros y que era mucho más rentable e infinitamente más seguro tomar dinero al 1% y recibir cuatro veces más adquiriendo la deuda pública que ellos mismos han puesto por las nubes.

El fin último de estos tests europeos es que los bancos se convenzan de que no habían falsificado sus balances tanto como les parecía y que, en consecuencia, no tienen nada de qué temer cuando se prestan entre ellos. Se confía en que con este desnudo integral vuelva a fluir el crédito a empresas y particulares, aunque ya hay quien aventa la sospecha de que las pruebas han carecido de fiabilidad y no servirán para nada. Al fin y al cabo, engañar a los supervisores no requiere mucha preparación cuando sobra experiencia.

Sorprende que dos años después de la quiebra de Lehman Brothers y la inyección de centenares de miles de millones en el sistema financiero mundial nadie sea capaz de determinar cuánta basura queda todavía sin aflorar. No menos prodigioso es que, excepción hecha de Madoff y cuatro islandeses, los banqueros y sus auditores siguen sin ir a la cárcel. Y lo que ya es completamente insólito es que, a estas alturas, se dude de que la banca pública sea la solución a tanto latrocinio.

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