Tierra de nadie

Kosovo sólo hay uno

A la pregunta de si una declaración unilateral de independencia como la de Kosovo viola el derecho internacional, la Corte Internacional de Justicia de Naciones Unidas no ha tenido más remedio que responder que no, y ello porque no existe, que se conozca, ningún manual de instrucciones para acceder a la soberanía plena. Básicamente, un territorio puede convertirse en independiente de dos maneras: por las buenas, como  hicieron checos y eslovacos, o por las malas, como ha ocurrido en la mayoría de las ocasiones. El éxito de cualquier declaración de independencia no reside en su legalidad sino en el reconocimiento internacional.

Al Gobierno y al PP, que en esta ocasión están completamente de acuerdo, Kosovo les parece un peligroso precedente por si a Euskadi o a Cataluña les da por lo mismo. De ahí que España se haya negado a reconocer su independencia y que haya litigado ante la Corte para imponer su criterio de que las secesiones son ilegales, salvo que se trate de colonias, argumento que ha sido tumbado por K.O. técnico en un fallo que, por lo demás, no tiene carácter vinculante. No cabe esperar, por tanto, que se modifique la posición española para sumarse a la que mantiene la mayoría de la UE.

Kosovo es un caso singular que no debería despertar aquí ningún fantasma. Podría afirmarse que si hoy es independiente es gracias a los bombardeos de la OTAN sobre Serbia para exigir su autonomía, después de que los serbios y también los guerrilleros kosovares cometieran terribles crímenes de guerra. Es un Estado fundado sobre bases étnicas, lo cual no dice nada en su favor, y arrastra el grave problema de Mitrovica, ciudad en la que la mayoría albanesa es minoritaria, a la que habrá de dar una solución política sino se quieren repetir nuevas experiencias sangrientas.

Dicho esto, y aún reconociendo que el derecho de autodeterminación se ideó para los pueblos sometidos al yugo colonial, nadie puede obligar a una comunidad a formar parte de otra en contra de su voluntad. Si llegara el día en que vascos y catalanes, de manera pacífica y con una mayoría relevante, optaran por el divorcio de España, no quedaría otra que concederlo, por mucho que la Constitución autorice a mandar los tanques al Ampurdán. La democracia también consiste en convencer. No hay que tenerla miedo.

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