Tierra de nadie

Los toros no nos harán libres

La prohibición de la lidia en Cataluña, que no de los toros, a los que se podrá seguir tirando al mar para que se refresquen o embolando sus defensas porque la tradición obliga y da dinero, ha llevado aparejado un interesante debate sobre el libre albedrío en el que ayer mismo incidía el president Montilla al explicar su voto en el Parlament: "He votado en contra porque creo en la libertad". Permitirá el Honorable que este taurino le diga que el argumento es un disparate, aunque haya sido el mismo que han esgrimido los defensores de las corridas y quienes, no habiendo pisado una plaza, lo usaron para combatir el supuesto ardor antiespañol de los nacionalistas.

Lo es porque el ejercicio de la libertad no es ilimitado, algo que comprenden incluso los que sueñan con pillar en un callejón oscuro a algún alcalde para que libremente se coma el último recibo del IBI. Libres fueron los 180.000 firmantes de la iniciativa popular ayer aprobada, libres ha sido los representantes de los ciudadanos catalanes para decidir sobre la cuestión y libres serán los aficionados para desplazarse a otra comunidad autónoma y rendirse a Morante de la Puebla.

Por mucho que se invoque el odio nacionalista hacia lo español, en Cataluña se pone fin a las corridas porque hace tiempo que no interesaban a nadie, y de ello no hay que culpar a Carod Rovira sino a los que tuvieron en sus manos el negocio y lo malograron. Los partidos catalanes son conscientes, además, de que entre sus votantes son mayoría quienes consideran las corridas un espectáculo atroz en el que se inflige una tortura innecesaria a un animal. Por ese mismo interés electoral nada se hará contra los correbous, esos encierros un tanto salvajes que cuentan con muchos partidarios. La tortura, al parecer, es asumible si el bicho sobrevive.

Sin ser de CiU, Felipe V también quiso acabar con los toros porque no soportaba la sangre. En Canarias no son menos españoles porque allí las corridas pasaran a la historia, por cierto, con el voto favorable del PP. Hay que tomar las cosas como vienen. Me considero libre aunque no pueda fumar en espacios cerrados y tenga que respetar los semáforos en rojo. Tampoco me limita mucho dejar de ver a José Tomás en la Monumental. No puede ser secesionismo lo que ni siquiera es un contratiempo.

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