Tierra de nadie

¿Quién rescata a estos mineros?

A diferencia de Chile, cuyos empresarios son aves de rapiña, en España no es preciso que un derrumbe atrape a los mineros en el centro de la tierra y el ahorro en medidas de seguridad los mantenga allí por tiempo indefinido. Aquí las cosas se hacen de una forma mucho más civilizada, con lo que se evita tener que recurrir a la NASA para que les instale un ciclo día-noche con bombillas de bajo consumo. Basta con dejar de pagarles las nóminas para que los mineros se encaminan ellos solos hacia las tinieblas.

La minería del carbón española debería ser estudiada en Harvard para mostrar cómo el enriquecimiento de los empresarios privados es independiente de lo deficitario que sea su objeto social. En los años 60 endilgaron al Estado sus chamizos para crear Hunosa, a la que vendieron su chatarra a precio de titanio, una actividad en la que sentaron cátedra los familiares de Rodrigo Rato y Figaredo. Veinte años después se dedicaron a comprar minas en quiebra para quedarse con su cuota de producción y con las subvenciones. El rey de estos emprendedores fue el leonés Victorino Alonso, un tipo tan listo que, siendo propietario de un tercio del carbón nacional, se declaraba insolvente en los juzgados y refería que su único patrimonio era una vespa. Alonso iba tan sobrado que le vendía a Unión Fenosa tierra en vez de carbón, lo cual dice mucho de su habilidad para sacar dinero de debajo de las piedras. Dejando de pagar a sus trabajadores chantajea ahora al Estado para que no le corte el grifo de los subsidios y convenza a Bruselas de que no prohíba las ayudas públicas a partir de 2014.

El carbón español tiene muy mala prensa. Su extracción es cara y no es de gran calidad, pero de nada de eso son culpables los mineros. En reconversión permanente, los sucesivos planes de reactivación de las cuencas han sido un fiasco. Salvo excepciones, la atracción de industrias hacia estas zonas ha incluido la promoción de peluquerías y las subvenciones a talleres de chapa y pintura.

De arrancar carbón siguen viviendo comarcas enteras. Contamina mucho, es cierto, aunque también lo hacen los coches, y a la industria automovilística le hacemos cada dos por tres un traje a medida para que no se lleve las fábricas a Túnez. No sólo los mineros chilenos se merecen que alguien les recate.

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