Tierra de nadie

¿Radicales? No, conservadores

Más que un nuevo tiempo, lo que vivimos es un cambio de perspectiva. Las referencias que utilizábamos han dejado de servirnos y con ellas nuestras certezas se han difuminado. Creíamos, por ejemplo, que la izquierda representaba el progreso y la derecha el mantenimiento del statu quo, pero la realidad es que los progresistas de hoy se contentarían con conservar lo que tenemos y los supuestos conservadores van de intrépidos reformistas. Ha ocurrido en España y está ocurriendo en Francia con las movilizaciones para impedir que se eleve la edad de jubilación: a los que luchan para preservar como está el sistema de pensiones no se les llama conservadores sino radicales. Esta misma definición se ha venido aplicando con éxito a los ecologistas, una gente conservadora por definición.

Estas alteraciones del significado son más importantes de lo que se cree porque las visiones del mundo no se construyen con ladrillos sino con palabras. El progreso ya no consiste en conseguir que la humanidad viva más dignamente sino que se vincula a reformas con las que todos viviremos bastante peor. Los que se oponen pasan por antiguos o iletrados, como se tacha a quienes sostienen, por ejemplo, que lo nuclear es un atraso y un peligro, cuando el poder ha decidido que es una energía limpia y hasta fashion.

Las apropiaciones indebidas de algunas entradas del diccionario han convertido los derechos en privilegios, lo que hace más sencillo intentar acabar con ellos. Tiene esto que ver con el Estado del Bienestar, que no fue un regalo, como se pretende hacer ver, sino una conquista. En el avance socialista en la Alemania de finales del siglo XIX está el origen de leyes como la de pensiones e incapacidad, la de accidentes de trabajo o la del seguro de enfermedad, que surgieron para aplacar las ideas revolucionarias del proletariado y que, rápidamente, se extendieron por Europa.

Precisamente, la definición misma de Europa está asociada al Estado del Bienestar. Ser europeo no es un simple término geográfico sino una manera de entender la sociedad y hasta el capitalismo, que aquí se domesticó para devolver al camino a los que la adversidad empujaba a la cuneta. Los verdaderos radicales son los que tratan de destruir ese espíritu europeo y no los que tratan de conservarlo. No se engañen.

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