Tierra de nadie

Pedro y el lobo de Al Qaeda

Con las alertas antiterroristas ha pasado lo del cuento de Pedro y el lobo. Se ha abusado tanto de ellas que los biempensantes tienden a ignorarlas porque si no jamás saldrían a la calle, y los mal pensados intuyen que son la coartada de algunos Estados para seguir estrangulando las libertades individuales o, cuando menos, justificar la ineptitud que sus mastodónticos servicios de inteligencia han mostrado ante atentados reales. Tan interiorizado está el abuso que los responsables de seguridad hablan ya de "amenazas creíbles" cuando se refieren a las que, en teoría, habría que tomarse en serio.

Creíble es, por fuerza, el descubrimiento este pasado viernes de dos explosivos remitidos a EEUU desde Yemen, e interceptados en aeropuertos de Gran Bretaña y Dubai. La noticia, sin embargo, no ha hecho sino avivar el escepticismo, especialmente entre los que han intentado cruzar el charco y conocen la experiencia de soportar controles, detectores y sabuesos, por no hablar de aquellos que se atrevieron a llevar encima un potito por si al niño le daba hambre en mitad del Atlántico. A todos ellos les ha debido parecer extraño que alguien desde Saná pueda enviar una impresora-bomba a una sinagoga de Chicago sin levantar sospechas o, incluso, que en Yemen exista servicio postal y algo parecido a Seur 10, algo más sospechoso todavía.

Sin querer banalizar sobre asuntos de seguridad, es evidente que la paranoia que las autoridades han instalado en Occidente a cuenta de una amenaza cierta, como es la del terrorismo de Al Qaeda, ha conseguido el efecto contrario al deseado. O se soslaya, porque nadie puede vivir pensando que estallará su autobús, que recibirá ántrax junto a la factura de la luz o que alguien saboteará la central nuclear más próxima, o se percibe como un camelo.

En su enésima advertencia, EEUU previno a principios de octubre a sus nacionales del riesgo de atentados en centros turísticos de Europa. Varios países más se sumaron al aviso, incluida Francia que llevaba ya tiempo en alerta máxima por falsas amenazas de bomba. No hubo nada. Está comprobado que inocular tanto miedo insensibiliza. Así que, en vez de aterrorizarnos, los Gobiernos deberían centrarse en protegernos. Y si se les escapa algún paquete matasellado en Kabul prometemos andarnos con ojo.

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