Tierra de nadie

Hasta siempre, Gerardo

La patronal elige hoy al sustituto de Díaz Ferrán, un presidente que, si no ha sido impagable, siempre podrá presumir de haber sido incobrable. La retirada de Don Gerardo ha colocado a la organización en una difícil tesitura, ya que en 33 años de existencia desconocía lo que era una urna para designar a sus mandamases. Asistimos, por tanto, a una jornada histórica en la que los 820 miembros que componen la Asamblea General de la CEOE, teóricos representantes de unos empresarios que jamás les eligieron, tendrán que optar por uno de los dos candidatos que aspiran a suceder a esa leyenda viva de los emprendedores patrios.

Lo de la democracia en la CEOE debería ser objeto de estudio, sobre todo entre quienes cuestionan la representatividad de los sindicatos. Del presidente de la patronal de la construcción, Juan Lazcano, se sabe que lo puso ahí Florentino hace una década y cada cierto tiempo nos enteramos por un comunicado que ha sido reelegido. En Confemetal no se recuerda quien precedió en el cargo a Pérez de Bricio, del que existen fundadas sospechas de que ya nació siendo presidente. El propio Rosell, unos de los contendientes, lleva 15 años al frente de Fomento, y si no gana mañana es probable que allí se jubile, a los 67 años o más tarde si el palmito le aguanta.

Decíamos que los llamados a votar lo tendrán difícil por la falta de costumbre, y los programas de Rosell y de Santiago Herrero no les servirán para despejar dudas. El primero propone reformar el mercado de trabajo –se supone que más aún-, la negociación colectiva y las pensiones; el segundo, lo mismo. Herrero quiere recuperar el prestigio de la CEOE; Rosell, también. El andaluz abandera el reformismo; el catalán el reformismo y la transparencia. Si uno puede presumir de una cintura envidiable, que le hace llevarse bien sea quien sea el que gobierne, el otro tiene talle de bailarina. Se entiende que en la patronal no se votara ni en defensa propia.

Lo que elige hoy la CEOE es el acento del presidente. Una vez decidido este matiz fundamental, quizás la patronal repare en que su existencia sólo se justifica por la de sus antagonistas sindicales y que unos y otros están condenados al acuerdo. Para los admiradores de Díaz Ferrán, inagotable fuente de inspiración de El cobrador del frac, no hay consuelo.

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