Tierra de nadie

Los fondos de inversión matan

A esos mercados que son personas, en didáctica expresión del gobernador del Banco de España, se les ha quedado pequeño el euro y la deuda pública, y sin decirle nada a Zapatero, el reformador más rápido del oeste (de Europa), se están pegando un atracón de materias primas que ha disparado los precios de los alimentos en todo el mundo por encima incluso de la gran crisis de 2008. Es verdad que las cosechas no han sido buenas y que la demanda ha aumentado en China e India, pero sólo la especulación explica que el precio del trigo haya subido un 80% o que el maíz, que se quema como biocombustible mientras la gente se muere de hambre, lo haya hecho casi en un 60%.

El asunto tiene muy preocupados a los bancos centrales y al FMI, pero no porque la miseria de millones de seres humanos les quite el sueño, sino por la inestabilidad social que causa en algunos países. Disturbios como los de Túnez, que se han llevado por delante a un dictador, no generan un buen clima para los negocios, y las economías emergentes se vuelven muy proteccionistas cuando la inflación les muerde la pantorrilla, lo que no es bueno para las multinacionales. El tema no sería tan grave si sólo subiera el trigo y no el petróleo, que es, en realidad, la causa de sus desvelos.

A las personas que son mercados todas estas consideraciones les traen al pairo. Si creen que el precio del trigo subirá, comprarán a futuro a cinco esperando vender a ocho, y si estiman que bajará se comprometerán a futuro a vender a cuatro cuando el precio de mercado sea de dos. Una ola de incendios en Rusia y las expectativas de que afectará a las cosechas de cereales puede ser suficiente para que los fondos de inversión se forren especulando con un grano del que jamás verán un saco.

Para estos fondos y para los cuatro gigantes de la comercialización de alimentos –las estadounidenses Archer Daniels Midland, Bunge y Cargill y la francesa Louis Dreyfus-, 2011 será un año excelente. Los muertos de las revueltas que ya han prendido en el norte de África y las hambrunas en los países más pobres serán sólo la consecuencia de la buena marcha del negocio. Lo que ha cambiado la refundación del capitalismo es la manera de dirigirnos a estos tiburones. Ahora les llamamos honrados inversores por ver si con halagos se apiadan de nosotros.

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