Tierra de nadie

La soledad de la pirámides

Hay que reconocer que las revoluciones son incomodísimas para el turista. Los titulares del paquete de siete días con crucero por el Nilo y visita guiada al Valle de los Reyes pueden entender que se luche contra una dictadura de 30 años; eso sí, con los horarios son inflexibles. Lo preferible es que las manifestaciones se hagan fuera de la jornada laboral porque uno no llega hasta El Cairo con la pulsera del todo incluido para encontrarse cerrado el Museo de Antigüedades o los huesos de las momias por el suelo. Los turistas son solidarios con el pueblo y también les cae mal Mubarak, aunque de los gobernantes de Egipto una mayoría sólo podría citar de memoria a Tutankamon y a Ramses II. Ahora bien, si están allí dejando divisas no es para pasar miedo viendo tanques en las calles, por mucho que queden muy chic en el álbum familiar. De los muertos y los heridos han oído hablar pero quienes los han pasado realmente mal han sido ellos porque el avión se ha retrasado un día. No era esto lo que se les prometía en el folleto de la agencia.

Como de este egocentrismo nadie esta libre, sería injusto cargar las tintas contra Bisbal y sus ricitos de oro, que para demostrar que está al cabo de la calle ha tuiteado su pesar por lo poco concurridas que están las pirámides y su deseo de que la revuelta termine cuanto antes. Bisbal es un turista y todo lo que debe saber del mundo se lo ofrece Pullmantur. Lo terrible es que su pensamiento sea compartido por las cancillerías occidentales, para las que la explosión democrática de Túnez y Egipto y la amenaza de contagio que representa constituye un contratiempo geoestratégico, un peligro indefinido que trastoca su política de mantener a dictadores a cambio de estabilidad y mano dura al islamismo. Las democracias fetén como la nuestra son las que más lamentan la soledad de las pirámides.

Los sucesos de Egipto desazonan a esos turistas que nunca se arrepentirán bastante de no haber elegido Canarias y a nuestra ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, cuya mayor preocupación es que los marroquíes les dé también por mandar a hacer gárgaras al comendador de los creyentes. "Maruecos es un país que inició hace algunos años un proceso de apertura democrática", ha asegurado. El caso es que el chiste es bueno pero lo cuenta con poca gracia.

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