Tierra de nadie

La obra social de Cajamadrid

Con gran derroche de hipocresía, PP, PSOE e IU, los tres partidos con representación parlamentaria en Madrid, se han mesado los cabellos y se han rasgado las vestiduras - que todo parecía poco para su fingida indignación- ante la noticia de que Cajamadrid se disponía a apoquinar 25 millones de euros en bonus a su anterior cúpula directiva como premio de jubilación por todos sus desvelos. El consejo de administración, con Rato a la cabeza, decidió ayer anular el pago, por eso de que recibir con una mano ayudas públicas y soltar por la otra un pastizal en sobresueldos a quienes llevaron a la entidad a la emergencia financiera es de peor gusto que combinar el azul con el verde. Cobrar cobrarán, que eso no lo discute nadie, aunque más tarde y, seguramente, con intereses.

Las primas habían sido dispuestas por Miguel Blesa, un inspector de Hacienda al que Aznar convirtió en millonario, y fueron aprobadas por esos partidos que se horrorizan tanto, como lo habían sido las que se embolsaron en 2007 gracias al plan 2004-2006, año en el que, por cierto, recibieron un anticipo del pago que ahora se les deniega. Entre sueldos y pluses, los diez magníficos de la Caja se llevaron entonces 18,5 millones de euros, que era justamente el doble de lo que habían cobrado en el ejercicio anterior. No se recuerda que de los labios de nuestros servidores públicos saliera critica alguna por tamaño aguinaldo.

Se comprende que entre los perceptores de las nuevas bonificaciones esté el propio Blesa, al que su sueldo de tres millones al año le daba lo justo para vivir. Lo que no se entiende es que se abonaran para fidelizar al pobre Miguel, que tan fidelizado estaba que si no llega a ser por los calderos de agua hirviendo que le arrojó Esperanza Aguirre no se hubiera despegado del sillón de la Caja. ¿Dónde iba a ir este hombre que más valiera? Se entiende que Aznar hiciera todo lo posible para mantenerle en el cargo, porque una fidelidad semejante es de las que no se encuentran.

Es cierto que urgía despolitizar las Cajas, de las que todos han sacado tajada, incluida IU y los sindicatos, más que contentos con las migajas que caían del mantel. Pero despolitizar no es lo mismo que privatizar. Se ha perdido la última oportunidad de crear una gran banca pública. Sabemos a quién agradecérselo.