Tierra de nadie

Olviden que hubo un dictador

De hacer caso a esa extendida corriente de opinión que tiene a la Historia en revisión permanente y que ha hecho de la Enciclopedia Álvarez uno de sus referentes, existen dos tipos de aniversarios. De un lado, están los que conmemoran hechos destacados de la Transición, ya sea el ascenso al trono del Rey, las primeras elecciones democráticas, la promulgación de la Constitución o la instalación de tarima flotante en la Moncloa, acontecimientos todos ellos que merecen permanecer para siempre en nuestra memoria como signo de la reconciliación entre españoles. De otro, los que recuerdan el golpe de Estado de Franco, la Guerra Civil, la dictadura y sus cuarenta años de represión, asuntos sobre los que se aconseja discreción absoluta para no reabrir supuestas heridas del pasado. La consigna es recordar algunas cosas y olvidar otras, con el encarecido consejo de no mirar al pasado más allá de 1977 por lo que nos podamos encontrar.

El olvido fue practicado intensamente en Francia tras la Segunda Guerra Mundial, donde las purgas por colaboracionismo con los nazis fueron testimoniales; o en Italia, que habiendo hecha bandera del fascismo difícilmente podía encontrar culpables de ese delito. En Posguerra, Tony Judt recuerda que todavía en 1960 62 de los 64 prefectos italianos habían ejercido sus cargos con Mussolini. La meca del olvido es Alemania, con estas palabras de Adenauer de septiembre de 1949 en el frontispicio: "El Gobierno de la República Federal de Alemania, en la creencia de que muchos han expiado subjetivamente una culpa que no era tan grande, está decidido, siempre que resulte aceptable hacerlo, a dejar atrás el pasado".

Lo que allí se olvidaba era el comportamiento vergonzante de amplios sectores de la población, que por acción u omisión habían mantenido a los dictadores y consentido sus fechorías. Lo que aquí se pide es justamente lo contrario: que los descendientes de quienes lucharon contra el totalitarismo renuncien a rehabilitar su memoria y, si es posible, no hagan mucho ruido con las palas cuando traten de recuperar sus cadáveres de las cunetas. De juzgar los crímenes del franquismo, de cuya botadura se han cumplido 75 años, mejor ni hablamos.

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