Tierra de nadie

Una Casa Real muy soviética

El Rey se nos ha vuelto muy estalinista y, aunque ahora reniegue del plan, su idea para evitar que la afición de Urdangarín por el dinero público salpique a la Corona era pasarle el típex a él y a las infantas y que dejen de oficiar como miembros de la Familia Real. Lo que no existe no es problema.  El asunto recuerda a uno de los viejos chistes soviéticos de Radio Armenia, en el que un oyente llama y pregunta si es posible predecir el futuro: "Por supuesto; lo complicado es el pasado que siempre está cambiando". Se entiende que una vez borradas las siluetas del álbum familiar, nada habrá en el comportamiento del yerno que puede implicar al suegro. Jugada maestra.

No parece, sin embargo, que el Photoshop sea la solución a este enorme entuerto que afecta también a una de las hijas del monarca y cuyas consecuencias son impredecibles. De entrada, resulta insostenible que el jefe del Estado utilice su asignación presupuestaria como si se tratara de fondos reservados, o que, a diferencia de otras casas reales, que han de dar cuenta de su patrimonio y de sus inversiones, aquí se oculte si la nuestra compra oro o acciones de Apple, mientras recibe carísimos presentes de mecenas ignotos cuya desinteresada generosidad es cuando menos cuestionable.

Más anacrónica que la propia monarquía es que la Constitución consagre que la persona del Rey sea inviolable y no esté sujeta a responsabilidad, por lo que tenemos que dar gracias que entre sus aficiones sólo esté la caza y no el robo con escalo. Puede que el Rey haya hecho mucho por la democracia española, pero es incuestionable que también este país ha hecho mucho por su bienestar y por el de su creciente familia, a la que por una simple cuestión ética le debería estar prohibido realizar negocios o formalizar contratos con las administraciones públicas.

Si la imputación de Urdangarín se consuma, no bastará con el repudio en actos oficiales de este genio de las finanzas que ha sido capaz de forrarse desde un instituto sin ánimo de lucro. Sólo una abdicación prematura podría contener ese debate sobre monarquía o república tantas veces pospuesto.

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