Tierra de nadie

Competitividad aterradora

La Organización de Consumidores y Usuarios ha venido a poner negro sobre blanco lo que todo el mundo que toma café en los bares sabe desde que las 100 pesetas del cortado se transformaron por arte de magia en un euro exacto. Esto es, que la llegada de la moneda única disparó los precios sin que dicho aumento tuviera reflejo en el IPC, lo que en castellano antiguo y hasta en el moderno significa que el euro nos hizo más pobres porque los salarios no crecieron ni de lejos en la misma proporción que lo hizo el importe de los bienes y servicios.

Si de algo sirve el estudio de la OCU es para convencernos de que no estábamos locos cuando detectamos que la burbuja no había sido exclusivamente inmobiliaria, sino que una de sus hermanas gemelas había hinchado con helio para globos la cesta de la compra. Así, mientras el salario medio se rezagaba incluso respecto a las cifras oficiales de inflación, los productos básicos se encarecían más de 30 puntos por encima del incremento de los sueldos.

Frente a este ajuste invisible resulta llamativo que a lo largo de estos años se insistiera machaconamente en que estos mismos salarios con mucha menor capacidad de compra eran los responsables de los males de la economía, y que hoy no falten quienes postulan que sería necesario recortarlos con una segadora agrícola para acrecentar la competitividad de las empresas en esta fase de la crisis. Lo llaman devaluación competitiva, y a ella va encaminada la mal llamada reforma de la negociación colectiva, porque lo que en realidad pretende es acabar con ella.

Si a las pequeñas y medianas empresas, que son casi toda en este país y cuentan con escasa presencia sindical, se les permite descolgarse de las moderadas subidas salariales pactadas en ámbitos superiores, habrá entrado en vigor para sus trabajadores la ley de la selva. ¿Qué empresa con una bolsa de cinco millones de parados a los que poder recurrir mejorará el sueldo de sus empleados si se les permite no hacerlo y, paralelamente, se les facilita el despido de los díscolos a precios de amigo? Vamos camino de ser tan competitivos que asusta.

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