Tierra de nadie

Rajoy empieza a hacer amigos

De que Rajoy se esfuerza en agradar no hay la menor duda, aunque los destinatarios de sus lisonjas no sean los ciudadanos, ni sus votantes, ni siquiera esa legión de liberales entre los que empieza a circular la especie de que el presidente se ha hecho socialdemócrata porque en vez de quitar el subsidio a los parados a las primeras de cambio les ha subido a ellos el IRPF en su tramo más alto. Por sus recortes, ha recibido ya el aplauso de Alemania, y si EEUU no se ha sumado aún a las felicitaciones públicas por la aprobación del reglamento de la ley Sinde es porque los norteamericanos lo hacen primero por cable cifrado para que luego llegue Wikileaks y lo filtre.

Precisamente por Assange supimos que la opinión que en Washington se tenía de Rajoy era la de un político sin carisma, que debía su continuidad al frente del PP a la ausencia de un sucesor creíble. Con todo, era mejor que la que se había construido sobre Zapatero, cuya despedida del cargo dejando sin aprobar el reglamento sobre las descargas en Internet venía ser una forma de volver a quedarse sentado al paso de la bandera estadounidense, lo que le valió una carta muy airada del señor embajador del Imperio. Imagina uno el último cable de Solomont al Departamento de Estado alabando el coraje del, ahora sí, incuestionable líder de la derecha española.

Es explicable la satisfacción de EEUU porque, con independencia de que se vulneren los derechos de los internautas, la ley contra la piratería ya en vigor se esforzará en proteger a su industria del entretenimiento, la segunda en importancia del país tras la aeronáutica. Lo que se entiende menos es la exultante reacción teutona tanto por los recortes presentes como por los futuros, algo que hace suponer que Merkel sabe lo que el resto ignora. Congelada la economía, ¿quién va a comprarle a Alemania sus frigoríficos?

Tras su triunfo electoral, Rajoy se dirigió a los que no le había votado y les prometió que sería el presidente de todos. Equivocadamente, se pensó que se refería sólo a los españoles. Ahora se ha comprobado que su vocación de servicio no conoce fronteras.