Tierra de nadie

El jardín de Cospedal y los hipotecados del PP

Decía Azaña que la tontería es la planta que mejor se desarrolla y, a juzgar por las apariencias, Dolores de Cospedal está consiguiendo con un avanzado sistema de cultivos hidropónicos hacerle la competencia a los jardines colgantes de Babilonia y hasta a la mismísima selva amazónica. Tras la enredadera que mostró al gran público hace dos meses a cuenta del sueldo que su partido le seguía pagando a Bárcenas, una hiedra con dos acepciones –el finiquito diferido y el salario simulado-, la dirigente conservadora ha preferido reservar a los suyos su última revelación botánica: los desahuciados no son votantes del PP.

Metida en el jardín, Cospedal ha explicado que un votante del PP puede llegar asfixiado a fin de mes de tanto apretarse el cinturón pero nunca dejará de pagar al banco la hipoteca, y son los otros, los que votan al PSOE, a IU, a UPyD, a los nacionalistas catalanes y a los vascos, los independentistas y hasta los del Partido Animalista los que "con excusas vagas" prefieren irse a vivir debajo del puente y luego hacerle escraches a González Pons o a Jesús Posada por su mala cabeza.

El injerto que esta mujer ha conseguido es de ingeniera agrónoma como poco. Si su vecino se ha quedado en el paro y observa a simple vista que adelgaza estará sin duda ante un votante del PP que cumple con sus obligaciones contractuales; si por el contrario, mantiene su peso o, incluso, echa algo de barriga antes de que la Policía le exhiba un mandamiento judicial y le arroje a la calle, muy posiblemente se encuentre ante un rojo inconsciente. Unos son hormigas y otros cigarras, o cigalas si los desahuciados forman parte de la denominada izquierda de salón.

La horticultura de Cospedal es enciclopédica. Los votantes populares forman, en su opinión, parte de esa minoría silenciosa que no protesta y que, como es obvio, supera en número a los que alteran la plácida vida del país con sus algaradas. Daría igual que cinco millones de personas se manifestaran al unísono para pedirle a Rajoy que dejara la presidencia y emigrara a su registro de Santa Pola. Los 35 millones restantes serían seguidores del PP que desde sus casas, ayunando o no, aguardarían ansiosos la convocatoria de unas nuevas elecciones para darle al PP una mayoría absoluta reforzada.

El silencio de esta gente tiene mucho mérito porque, según Cospedal, quienes sí son votantes del PP son los afectados por las preferentes. De aquí cabe deducir lo que muchos temíamos: quienes protestan por la estafa, se concentran ante los bancos y claman contra el Ejecutivo son, en realidad, activistas antidesahucios caracterizados de ancianitas porque los auténticos preferentistas, los del PP, sólo salen de sus casas para llevar a los niños al parque o para comprar el pan si les sobra algo después de pagar la hipoteca.

De las palabras de esta genial floricultura cabe deducir que tenemos un Gobierno que no nos lo merecemos. Rajoy y sus ministros tienen un corazón que no les cabe en el pecho ya que sabiendo que sus simpatizantes no lo necesitan, porque aun a dieta conservan intacto el techo y el gotelé de sus paredes, se desviven para evitar que se desaloje a tanto manirroto de izquierdas. Entre tanto, buscan una solución a los preferentistas, cuya ruina fue causada por Zapatero, que debía de saber que votaban al PP.

Volviendo a las tonterías, sólo queda descubrirse ante la mano que Cospedal tiene para las plantas.

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