Tierra de nadie

El lidercito Fabra, un tonto listísimo

Con Alberto Fabra tiene uno la duda de si es más jeta que tonto o viceversa. Reúne este buen hombre toneladas de ambas cualidades, y no es fácil anteponerle el calificativo. No hay que confundir su caso con el de Ana Mato, que solo es tonta por exigencias del guión y de la que ahora Hacienda ha confirmado que además es muy mentirosa. Lo de Fabra es estulticia en estado puro combinada con una cara más dura que el hormigón armado. El resultado es indescriptible.

Pretender que los valencianos suelten 20.000 euros para pagar a su presidente un curso de liderazgo es de risa, pero las justificaciones del vicepresidente han sublimado el chiste hasta convertirlo en un espectáculo de Faemino y Cansado. Según explicó Císcar, si Fabra había contratado a un entrenador personal para que le enseñara a ejercer el cargo es porque "se exige mucho" y su "afán de superación y de formación permanente" no conoce límites.

Todo ello, añadía Císcar sólo podía redundar en beneficio de los valencianos, que lógicamente querrán que su presidente sea un pedazo de líder en vez de un lidercito de tres al cuarto. Cuando creíamos que con los trajes y los amiguitos del alma de Camps habíamos visto todo, llega Fabra y revoluciona el mundo del surrealismo y del psicoanálisis.

Fabra es a la vez muy tonto y muy listo, aunque si de algo carece es de osadía. Los valencianos quieren un megalíder, claro, pero también un presidente con más pelo, políglota, descansado y feliz. Estarían dispuestos a pagarle clases de chino –las de valenciano ya las abonan-, viajes mensuales a las Mauricio, un transplante capilar a lo Bono y un descapotable para que el viento agite su melena recién estrenada.

Los 20.000 euros son una menudencia, teniendo en cuenta además que el coach de Fabra no sólo es un experto en técnicas de gestión de equipos sino que también ofrece un curso completo de "maestría del amor", mucho más fino que el Kamasutra, lógicamente. Con su renuncia en aras de la austeridad, el dirigente más tonto y más listo al que Valencia podría aspirar realiza un sacrificio que será recordado en los anales del morro y de la pamplina.

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