Tierra de nadie

Fernández Díaz hace un faisán

Además de una guarrería, escupir al cielo es una acción arriesgadísima ya que lo probable es que se produzca un efecto boomerang de previsibles y asquerosas consecuencias. En el PP ha habido muchos campeones del lapo, del estilo de aquel Felisín al que cantaba Ramoncín cuando era el Rey del Pollo Frito, y es justamente ahora cuando la gravedad hace de las suyas y en el partido no ganan para kleenex ni con sobresueldos.

Infatigables en su cruzada contra Rubalcaba, Rajoy y los suyos hicieron del chivatazo del bar Faisán un caballo de batalla tan grande como el de Troya. El soplo al aparato de extorsión de ETA, desarticulado un mes después, fue una enorme chapuza de la cúpula socialista de Interior para evitar la ruptura de las negociaciones sobre el fin del terrorismo. El pato o el faisán lo terminaron pagando dos policías, a los que recientemente se ha condenado a año y medio de cárcel por revelación de secretos.

En el episodio de ayer, en el que se anuncia una operación en marcha antes de que  culmine y se facilita la destrucción de pruebas, tal y como han denunciado los propios agentes de la Guardia Civil, sólo cabe apuntar a los responsables políticos. Según la doctrina del PP, lo de Fernández Díaz habría sido un faisanazo de libro de recetas, en el que se podrían haber cometido varios delitos que ahora la Fiscalía dice que se dispone a investigar.

Siempre siguiendo los mismo argumentos que el PP utilizó en el caso del soplo a Elosúa, el ministro no sólo habría revelado secretos sino que bien podría haber colaborado con ETA al provocar la pérdida de información vital para la investigación y, paralelamente, haber abortado otras detenciones previstas.

No se trataría además de un hecho aislado. El pasado mes de julio, el bueno de Fernández Díaz adelantaba en una entrevista radiofónica una operación policial que estuvo a punto de ser cancelada y que concluyó finalmente con la detención de un etarra en Francia: Juan María Mujika. Los sindicatos policiales se tiraron de los pelos. Poco antes, el lenguaraz ministro dio cuenta en los pasillos del Congreso que Interior tenía localizada también en territorio galo a la terrorista Izaskun Lesaka, pero que su detención había sido aplazada para facilitar que la Gendarmería capturara a un peligroso yihadista. La etarra, que según se comprobó leía la prensa, consiguió darse a la fuga. ¿Será Fernández Díaz un miembro emboscado del aparato político de la banda?

Descartada la pertenencia a ETA del ministro, sólo cabe atribuir sus acciones a una contumaz torpeza, agravada por un afán propagandístico que arroja serias dudas sobre la capacitación de quienes dirigen la lucha antiterrorista en un momento clave. Es legítimo preguntarse si las detenciones de ayer de varios abogados de presos de la organización son un simple caramelo con el que el Ministerio pretende contentar a las víctimas de ETA, enfurecidas tras el acto de Durango de los exreclusos a los que el fin de la doctrina Parot ha puesto en libertad. Como lo es pensar que filtrar la operación mientras se desarrollaba sólo ha obedecido al interés de que la noticia ocupara un espacio preeminente en los telediarios del mediodía. Si se detiene, que sea a su hora.

La desaparición completa de ETA y la entrega de armas parece tan inminente que cuesta creer que todo pueda irse al traste por el interés electoral de un partido que antes ganaba votos con el terrorismo y ahora trata de no perderlos. Al frente de esta cocina está Fernández Díaz, quien sin quererlo nos ha regalado una nueva receta de faisán a la cazuela.

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