Tierra de nadie

Sé fuerte, Rodrigo

Con la contundencia que acostumbra a la hora de velar por su buen nombre y combatir los comportamientos contrarios a la ética, el PP ha reunido a sus santones de la comisión de garantías para decidir si Rodrigo Rato debía ser suspendido de militancia por usar esas tarjetas mágicas de Bankia que todo lo que tocaban lo convertían en un justificante de compra. Tras varias horas de deliberación, el comité de hombres buenos y sabios de los conservadores ha comunicado por escrito un encogimiento de hombros que equivale a un "ya os diremos algo".

La comisión no tiene una fácil papeleta ya que, a fin de cuentas, lo que se dilucida es si el partido debe expulsar a alguien por recibir algo parecido a un sobresueldo, que es un vocablo de uso extendidísimo en el edificio de la calle Génova de Madrid. De prosperar esa doctrina, el propio PP puede acabar pareciendo el desierto de Gobi, empezando por la propia comisión de garantías, entre cuyas filas tiene a un señor llamado Juan Carlos Vera que pasa por ser todo un especialista en sobresueldos y gastos de representación si los papeles de Bárcenas -que en esto son como el algodón- no engañan.

Adelantándose a los acontecimientos, el propio Rato hizo saber hace un par de días que no tenía intención alguna de entregar el carnet de militante y que quería explicarse, lo que forzosamente ha tenido que ser interpretado como un aviso a navegantes.

Que Rato se explique es muy inconveniente para Rajoy. En primer lugar, porque llevado por su fácil oratoria podría llegar a describir la técnica que han usado los dirigentes del PP para llevárselo crudo, que en nada tiene que envidiar a las visas del oso de la Caja. Y en segundo lugar porque quizás diera detalles de cómo llegó a ser presidente de Cajamadrid primero y de Bankia después —detalle éste sobre el que se ha pasado de puntillas a la hora de dilucidar responsabilidades en la quiebra de la entidad—, o hasta de algunas operaciones relacionadas con el partido que forzosamente tuvo que conocer al timón de la entidad financiera.

La decisión de que Rato sustituyera a Blesa en Cajamadrid correspondió a Rajoy, a cuyo despacho acudió Esperanza Aguirre para escuchar la voz del oráculo de Delfos. Aguirre llevaba bajo el brazo la opción de Ignacio González, que se había hecho muchas ilusiones tras saber que Blesa no se descalzaba por menos de tres millones de euros al año. El elegido era Rodrigo. ¿"Y qué hago ahora con Nacho"?, preguntó la lideresa. "Hazle presidente del Canal de Isabel II", respondió el gallego. Por dinero no iba a ser.

Es comprensible, por tanto, que Rajoy dude entre expulsar a Rato o hacerle presidente fundador del partido, ahora que el cargo está libre tras el fallecimiento de Fraga. El presidente dispone aún en la manga de la carta de los SMS, que tan bien le resultó con su tesorero de cabecera. "Sé fuerte, Rodrigo". Son tres palabras más mágicas que una visa oro opaca a Hacienda.

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