Tierra de nadie

El revocatorio de Pedro Sánchez

Atraídos por el metálico olor a sangre que ha dejado la última encuesta del CIS, los escualos habituales del PSOE han comenzado a nadar en círculos en torno a Pedro Sánchez en lo que parece ser la versión acuática de La matanza de Texas. La escena ya se ensayó el 20 de diciembre, aunque en aquella ocasión la fortuna se alió con Sánchez, que logró salir del agua y plancharse la camisa blanca que tan bien luce en la tele. Los resultados eran malos pero dejaban al PSOE como el único partido con posibilidades reales de encabezar la formación del nuevo Gobierno. En esta ocasión, si el sorpasso se confirma, será alimento para los peces.

El mensaje que han trasladado los de la aleta dorsal enhiesta es un ultimátum. Si el 26-J el PSOE deja de ser la primera fuerza de la izquierda, Sánchez ha de presentar la dimisión esa misma noche y dejar que sean ellos desde una gestora quienes preparen el Congreso y decidan sobre la política de alianzas. En caso contrario, que se prepare para las dentelladas: pedirán a coro su marcha. Hay tiburones valencianos, extremeños, asturianos y, por supuesto, andaluces, lo que demuestra que éste es un partido plural y a la vez unido cuando el objetivo ronda alguna yugular.

El siguiente paso será la elección del nuevo liderazgo. Podría intentarlo Eduardo Madina, que pese a la traición de muchos de estos tiburones ahora nada entre ellos, pero es previsible que ni siquiera consiga escaño en el nuevo Congreso. Así las cosas, nada se opondría a que Susana Díaz tomara las riendas y a la vez conservara la presidencia de la Junta de Andalucía, lo que siempre fue su deseo oculto. Punto, set y partido.

Quedaría por supuesto la decisión de a quién se permite gobernar, toda vez que la derrota no impediría que el PSOE mantuviera la llave del nuevo Ejecutivo. No hay muchas dudas acerca de cuál sería la posición de los socialistas, sin que faltaran lógicamente las manidas apelaciones a la responsabilidad de Estado para evitar unas terceras elecciones. Gobernaría el PP, quizás sin Rajoy, en coalición o con el apoyo externo de Ciudadanos y con la abstención del PSOE. De preguntar a la militancia ni hablamos, claro está. Así está escrito.

De consumarse el plan estaremos ante un nuevo episodio de la autodestrucción programada de una organización de la que, últimamente, sus dirigentes no paran de recordar que tiene 137 años de historia, como justificando que a esa edad es normal que un día de éstos se quede en el sitio. Sería el colofón a un proceso continúo de pérdida de siglas en la que sólo era reconocible la P de partido.

¿Que si existe el peligro de que el PSOE transite el mismo camino hacia la irrelevancia que el PSOK griego? Un viejo dirigente explicaba ayer en privado que de momento eso no se ha producido porque la fuga de votos no ha sido acompañada por la de cuadros, aunque llegado el momento nada sea descartable. Y relataba cómo el principal problema de los socialistas es no haber encontrado desde la marcha de Felipe González un líder indiscutible. Hace falta, decía, nuevas estructuras y hasta un nuevo proyecto de país, una vieja cantinela de la que nadie recuerda el estribillo.

No ha sido el único problema. El partido sigue en mano de un grupo de reyezuelos ridículos que gobiernan sus territorios en el alambre y que quieren pasar por estadistas. Sobre ellos sobrevuelan los viejos dragones de siempre, entre ellos ese líder supremo que ahora se dedica a hacer cartas y vídeos de recomendación para que sus amigos con cuentas en Panamá hagan negocios petroleros. Y como lo de ser jarrones chinos se les queda pequeño siguen jugando a ser emperadores con su correspondiente corte de mandarines. El partido es suyo y no de los afiliados, que si existen es para pegar carteles.

Ahora que tanta indignación ha causado en el PSOE que Pablo Iglesias se declare socialdemócrata, conviene recordar que la socialdemocracia no se vende por catálogo, es cierto, pero tampoco se lleva en el corazón sino en los Presupuestos. Es en esos aburridísimos papeles y no en las proclamas ni en el tórax donde se esconde la ideología.

Sánchez fue aupado por descarte. La camarilla no se fiaba de Madina y pensaron que aquel chico bien parecido les haría el trabajo sucio y después se apartaría obedientemente. El guapo les salió rana pero le ha faltado cuajo para poner a cada uno en su sitio y asesinar de una vez por todas al padre y a toda su familia directa, que es un crimen ritual muy necesario en política. Si sobrevive a este revocatorio a la venezolana que le tienen preparado habrá que empezar a tomarse lo sobrenatural en serio.

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