Tierra de nadie

El machismo tiene los días contados

Esto del machismo es que nos subleva y siempre estamos vigilantes, sobre todo con los anuncios. En ese terreno somos la leche con galletas. No se nos escapa ningún culo de mujer fuera de contexto y nos escandaliza que una cementera quiera vender sus áridos a base de tetas descomunales. Tenemos rodeado al sexismo y un día de éstos igual va y se rinde. Lo mismo nos pasa con el lenguaje. Hemos declarado la guerra al léxico discriminatorio y al masculino como genérico y, como por ‘aes ‘no iba a ser, damos la bienvenida con gusto a fiscalas, pilotas, albañilas y emperadoras, que lo de emperatriz suena a diminutivo y parece que sabe a poco.

En estas cuestiones formales estamos a la última, que es lo importante. Que el sueldo de los hombres siga siendo mucho mayor en puesto similares, hasta el punto de que las mujeres en Europa trabajan gratis casi dos meses al año por razón de esta brecha salarial, que haya más paradas que parados, que los empleos a tiempo parcial se nutran fundamentalmente de mujeres, que la dependencia se conjugue por principio en femenino o que la presencia de ejecutivas en los consejos de administración siga siendo anecdótica preocupa algo menos, pero es que no se puede estar en todo. Bastante tenemos con ocuparnos de la publicidad y el diccionario como para distraernos con el estatuto de los trabajadores (y trabajadoras) y sus deficiencias.

Lo que tenga que ser será, y además, los tiempos avanzan una barbaridad. ¿Quién podía imaginarse que una Botín dirigiría el Banco de Santander o que alguien de su mismo género estuviera a un paso de convertirse en la primera presidenta de EEUU? ¿Quién nos iba a decir que una mujer, la alemana Ángela Merkel, sería designada por la revista Time persona del año 2015 y que a sus pies se postraría toda Europa, especialmente la que mira al sur, para implorarle clemencia por haber vivido por encima de nuestras posibilidades?

Merkel, a juicio de esta revista, es "el actor indispensable" de Europa -aunque debiera haber dicho la actora- y Europa se toma tan en serio la igualdad de género que hasta tiene planes sobre el particular, porque este continente aborrece la discriminación y la violencia contra las mujeres. Hasta ahí podíamos llegar. Y de ahí que la canciller reaccionara este pasado viernes con inusual dureza al comentario machista sobre su esposa del presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, cuyas opiniones políticas le traen al pairo y de la que dijo que su lugar era la cocina, el comedor y el resto de habitaciones de su casa.

¿Afeó Merkel la conducta del troglodita nigeriano y le cantó las cuarenta y las veinte en bastos? No. ¿Abandonó Merkel la rueda de prensa conjunta? Otra vez no. ¿Anunció que el comentario tendría repercusiones en las relaciones entre ambos países? No, peor aún. La mandataria teutona hizo un mohín y luego sonrío desabridamente como muestra de repulsa. Su defensa numantina del papel de la mujer en el mundo hará historia.

Aquello debió de ser la mueca definitiva porque no ha habido partido, institución, organización feminista o asociación de amistad con el continente africano que haya manifestado asombro alguno por la pasividad de nuestra institutriz favorita, que bien podía estar ensayando un catálogo de gestos por si Trump gana las elecciones en noviembre y se le lanza a la retaguardia en una cumbre bilateral o, incluso, en el G-7.

Se dirá que hay que entender a Merkel, que no es de las que hace ascos a la cocina, donde, según ella misma ha declarado, no se siente canciller y aprovecha para preparar a su marido un pastel de ciruela que quita el sentido. Además, ya se sabe cómo es la diplomacia. Si una intenta plantar un pica en Nigeria, un mercado de 185 millones de personas que se ahoga en petróleo y gas natural, y tiene como objetivo además que el bueno de Muhammadu acepte a sus nacionales cuando Berlín les deporte, no va a romper la baraja porque Aisha Buhari, la santa del cavernícola, no sepa mantener la boca cerrada. ¿Acaso ella misma no servía el café a Helmut Kohl cuando estaba de meritoria en el partido?

Merkel nos ha mostrado el camino a seguir. Contra el machismo, una mueca es suficiente, sobre todo si va acompañada de una sonrisa de desdén, porque, si no lo fuera, la mujer más poderosa del mundo le habría parado los pies a ese tal Buhari y habría mandado la geopolítica a hacer puñetas. ¿Por qué cualquiera de nosotros/as íbamos a hacer algo distinto? Lo determinante en esta lucha es combatir los anuncios de detergente y los de coches, y poner las ‘aes’ como Dios manda, que es donde nos jugamos la partida. ¿Verdad, cancillera?

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