Tierra de nadie

El dilema existencial de IU

Qué hacer con IU se ha convertido en uno de los temas de disputa en Podemos, que a estas alturas sigue sin tener claro si el pacto de los botellines tuvo la culpa del gatillazo electoral o si por el contrario fue el colchón viscoelástico que amortiguó la caída. ¿Dónde se halla el límite de eso que llaman la unidad popular? ¿Se circunscribe a caminar en la misma dirección al compás que marca Iglesias y que obedientemente sigue Garzón o, como algunos sugieren, es el preámbulo de una fusión que todos aparentemente rechazan?

Para Podemos el asunto no deja de ser una vuelta más en su revirada estrategia. En un momento convino renegar de IU porque Podemos no era el pegamento de los añicos de la izquierda -o eso se decía- y en otro se abrazó la convergencia con la ímpetu de un adolescente enamorado también por estrategia electoral. Extraña química esa en el que un día el aceite mira con desdén al agua en el que flota y al siguiente emulsiona milagrosamente cual mahonesa.

A cuenta de IU se ha escenificado una pugna bastante irreal. El errejonismo ha propuesto blindar la independencia de Podemos y los de Iglesias han subido la apuesta. Políticamente, tiene una lógica aplastante. La fusión –absorción sería la denominación correcta- no ofrece a Podemos réditos adicionales a los que proporciona ya la confluencia, si es que proporciona alguno. Y eso lo sabe Errejón y también Iglesias, que para marcar territorio en la izquierda no necesita hacer copropietario de la casa al tipo que le alquila la plaza de garaje.

Para IU, en cambio, la convergencia misma representa un dilema existencial que tarde o temprano tendrá que resolver. Caminar al lado de quien te quintuplica en altura es estar condenado a las sombras, un lugar terrible en política porque nadie te ve por muy de puntillas que te pongas. Desaparecida, bastará que transcurra un plazo razonable de tiempo para que se dé a la formación por muerta. Ese parece ser su destino.

A los mandos de esa nave invisible está Alberto Garzón, cuya manera de demostrar que dirige una fuerza viva y con voz propia es cuando menos peculiar: "Hay gente que no sabe si soy de IU o de Podemos", proclamaba días atrás en un orgulloso intento de demostrar que apenas existen diferencias entre ambas formaciones y que la unidad avanza imparable más allá de la simple coalición electoral. El problema de Garzón es que de la confusión, de la incapacidad de saber dónde situarle exactamente, participan muchos militantes de IU.

Garzón puede pasar a la historia como uno de los arquitectos de un nuevo y ampliado bloque de izquierdas o como el quintacolumnista que convirtió a su federación en un satélite orbitando alrededor de Podemos hasta que la fuerza de la gravedad le atraiga hasta consumirlo en su atmósfera o quede fuera de servicio cuando deje de ser útil. Para lo primero dice contar con la promesa de Iglesias, que al parecer ya no quiere que IU se cueza a fuego lento en su salsa de estrellas rojas; de lo segundo, del sambenito de liquidador, difícilmente podrá ya desprenderse.

Quizás para demostrar definitivamente que no es un submarino, Garzón viene negando que su intención sea subsumir IU en Podemos con una fusión orgánica, aunque afirmaciones como "no soy patriota de partido, soy patriota de mi ideología" no hacen sino avivar las suspicacias. Garzón olvida con frecuencia que esas siglas hacia la que muestra un gran desapego son las que le dan de comer. Para su organización no esta claro que esa convergencia, que la mantiene subordinada y sin voz propia en las instituciones con la que defender un proyecto autónomo, sea mucho mejor que la asimilación definitiva.

Sigue siendo un enigma cómo se articularía ese bloque de izquierdas que habría de desencadenar el cambio político al que sus protagonistas aspiran. Lo cierto es que son habas contadas. Descartadas las opas de Podemos sobre sus lunas y confluencias y más allá de la configuración actual, sólo es posible imaginar un nuevo ente cuya estructura sería forzosamente similar a la de la propia IU, una federación de organizaciones que cederían su soberanía a un órgano superior en el que estarían representadas en función su peso respectivo. IU dentro de una IU con otro nombre. Ironías del destino.

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