Tierra de nadie

El presidente necio

Rajoy no quiere privilegios y en su afán por colaborar con la Justicia ha pedido declarar en el juicio de Gürtel por videoconferencia, que no deja de ser una fórmula económica y segura que se ha utilizado en ocasiones para que delincuentes encarcelados puedan deponer como testigos. El presidente no deja de ser un preso de sus ocupaciones, de sus altísimas responsabilidades y de su agenda, más apretada que las tuercas de los submarinos. Prefiere hacerlo desde Moncloa, que es su cárcel particular, aunque la sede de su partido ofrecería medios técnicos adicionales y permitiría, incluso, dar uso al telepronter que Fundescam le pagó en su campaña de 2008 y que debe de estar arrumbado en la habitación de los trastos.

El del PP es de los que ciñen la corona de la modestia y no ha querido darse importancia ante el hecho de ser el primer presidente del Gobierno que se ha visto obligado a testificar ante un tribunal, razón por la que ha sugerido comparecer por plasma los días 26 o 27 de julio para que el estío y las vacaciones de la población amortigüen la notoriedad de la cita. Las fechas son muy oportunas, justo después del Puente de Santiago, porque Rajoy, que es de los que no perdonan una fiesta de guardar, podría aprovechar para ser instruido sobre las comisiones y pagos en B de su partido de las que jamás tuvo conocimiento y poner cara a Correa, un completo desconocido para el jefe del Ejecutivo.

Tras el desconcierto inicial, porque nadie ni en el PP ni en la Fiscalía podía entender que se requiriera su presencia en el juicio por el mero hecho de ser el líder de una organización implicada en diversas tramas de criminalidad organizada, el presidente encajó su citación con la deportividad que se le supone a un lector del Marca. En cualquier caso, será difícil que su testimonio aporte luz sobre esas donaciones ilegales que llegaban a la hucha del PP y a los bolsillos de sus tesoreros. Su desconocimiento era tan enciclopédico como su inexperiencia en el manejo del martillo o de otras herramientas de percusión, por lo que estaría fuera de lugar preguntarle por la destrucción de los discos duros de Bárcenas.

Los testigos están obligados a no mentir, pero eso para Rajoy no ofrece excesivas dificultades ni mayores remordimientos. Su proclamada ignorancia le absuelve de complicidad en los delitos pero le acarrea otro grave problema: el de consagrarse en sede judicial como un necio mayúsculo, incapaz de percatarse de lo que ocurría a su alrededor pese a estar sentado en la cúspide del partido, donde las vistas son excelentes y hasta panorámicas.

A diferencia de otros países donde los presidentes son investigados y apartados del cargo por sus conductas indignas, aquí limitamos los daños. Como no puede ser culpable porque el sistema impide que se demuestren sus yerros, nos conformamos con que sea idiota y extienda su condición al resto de los ciudadanos. Eso es lo que veremos el 26 o 27 de julio en la playa mientras le damos a las sardinas y al tinto de verano.

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