Tierra de nadie

Tabarnia, patria querida

Hay que reconocer que el invento de Tabarnia -esa imaginaria comunidad autónoma que formarían Barcelona y Tarragona para independizarse del independentismo y darle a beber con un embudo de su propia medicina- ha hecho fortuna. De la difusión de la ocurrencia como si de algo serio se tratara se han encargado muchos de los medios que el pasado día 21 se lo jugaron todo contra la victoria del soberanismo y, tras perder en la ruleta, tuvieron que escribir sin camisa sus editoriales del día siguiente entre grandes lamentos y con evidente riesgo de pulmonía.

Vista incluso como una estrategia a considerar en el futuro por algún dirigente de Ciudadanos, que echaba mano de la ley de Claridad canadiense y su reconocimiento de la divisibilidad no sólo de Canadá sino también de Quebec, la bufonada ha tenido como primer efecto el de distraer la atención sobre las consecuencias que el resultado de las elecciones debería tener entre los perdedores de los comicios, tentados de respirar de la cortina de humo como si de una bombona de oxígeno se tratara.

Entre estos está, lógicamente, el PP, que ha aplazado el relevo de García Albiol para permitir a su ala-pivot comerse las uvas en el cargo y darle tiempo a que se le pase el sofocón antes de enviarle al banquillo. Albiol es un cadáver político de dos metros de altura y un fino analista que realmente está convencido de que la culpa del naufragio de los populares en Catalunya es de Ciudadanos por haber tenido muchos votos. Cuando se le retire habría que conseguirle un puesto en el Real Instituto Elcano para que despliegue toda su potencialidad y sus capacidades.

A Rajoy, tal es la costumbre de la casa, le conviene no precipitar las cosas, trasladar la imagen de que aquí no pasa nada aunque, en realidad, haya pasado un huracán fuerza 5 que ha derribado la casa del tercer cerdito y ha cambiado el cuento una barbaridad. La responsabilidad de la debacle no se agota en Albiol sino que necesariamente ha de elevarse a Santamaría llena eres de gracia, la vicepresidenta Tintin desaparecida desde las elecciones, y al propio Rajoy, a quien –según se dice- vuelven a pedirle en el PP que haga algo, que cambie al Gobierno y se libre de sorayas y cospedales y hasta que designe sucesor aunque sea por plasma. Estaríamos de nuevo ante el "arranca Mariano, ¡por Dios!" que ya empieza a ser una letanía.

En Tabarnia no sería necesario aplicar el artículo 155 ni pedir el indulto para sus dirigentes independentistas encarcelados como hizo Iceta, motivo por el que el PSC sigue estancado según los analistas del PSOE que, sin duda, comparten escuela con Albiol. Tampoco Podemos debería replantearse una estrategia que le ha hecho perder la llave del gobierno de Catalunya que creía en su mano y quizás la cartera en el resto del Estado. Pero no eliminaría la gran preocupación del PP y, en parte de los socialistas, que ya no es sólo el independentismo catalán sino el españolismo de Ciudadanos.

El crecimiento de los naranjitos y el correlativo hundimiento de los populares tiene a éstos en un sinvivir por si el virus se contagia y del estornudo se pasa al cáncer de próstata en las municipales y autonómicas. Los de Rivera tienen en su mano forzar el adelanto de las elecciones generales o dejar que Rajoy se cueza en su propio jugo, si es que aún le queda algo de caldo. Tabarnia, su patria querida, se les puede quedar pequeña. La broma dejaría de serlo.

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