Tierra de nadie

Por lógica

Si la lógica fuera una arquitectura, los silogismos vendrían a ser sus andamios. La conclusión lógica de que todos los hombres sean mortales y que Sócrates sea un hombre es que Sócrates es mortal, aunque aplicada a la corrupción del PP el razonamiento deductivo haya derivado en falacia. De ahí que ante la premisa de que todos los hombres sean mortales y que Sócrates sea un hombre, el resumen de los populares es que todos los hombres son Sócrates, algo muy difícil de creer cuando se ha visto en acción a Rafael Hernando escanciando cicuta desde la tribuna del Congreso.

Las confesiones en el juicio a la Gürtel valenciana de sus tres principales cabecillas está sirviendo para restaurar la lógica y para derribar el argumento socrático de los dirigentes del partido, según el cual sólo sabían que no sabían nada. Sus revelaciones han borrado esa sonrisa que el expresidente valenciano Francisco Camps parecía llevar rotulada en la cara como el Joker de Batman y han puesto en la picota a este dandy de la Albufera que popularizó para el común de los mortales los pantalones con ceñidor trasero, y que ahora se ve obligado a mostrar sus vergüenzas al populacho con esos mismos pantalones a media asta.

La lógica, que es muy cabrona, nos decía que era imposible que el presidente del PP de Valencia y de la comunidad autónoma fuera ajeno a la financiación ilegal del partido, a ese lodazal de corruptelas en el que unos empresarios pagaban en dinero negro los actos electorales de la formación a cambio de supuestas adjudicaciones de obras y contratos públicos. Correa, Pablo Crespo y el Bigotes, su amiguito del alma, han declarado que Camps no sólo estaba al tanto sino que era el vértice de la pirámide, el que daba las instrucciones, y de ahí que se le quisiera un huevo o dos, que por cariño no iba a ser.

Siguiendo ese mismo razonamiento, se hace difícil creer que Rajoy desconociera los enjuagues de Bárcenas, los pagos en B de la reforma de su sede y los sobresueldos que él mismo cobraba, que no escuchara los martillazos con los que se hicieron fosfatina los discos duros de los ordenadores de su tesorero, que no controlara los gastos electorales ni cuando era jefe de campaña y que estuviera en Babia cuando los donativos de grandes empresas llegaban al partido, que si eran una mordida nunca dejaban marca.

Más allá de las deducciones y del sentido común la experiencia dicta que los gestores últimos de los estercoleros suelen irse de rositas, en abierta contradicción con el hedor de sus manejos. Se trata de otra inferencia inexorable que la Justicia no ha podido o no ha querido subvertir. No hay silogismo que valga. Todos los hombres son Sócrates y que le vayan dando a la lógica y a la filosofía.

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