Tierra de nadie

En el PP empieza el baile

Como la democracia es más simple que el asa de un cubo, un partido tan ilustrado como el PP no podía permitir que la elección de su presidente se solventara contando a palo seco los votos de sus militantes, que es una auténtica ordinariez. Así que tras abandonar la proclamación digital de los sucesores por la inesperada jubilación del índice de Rajoy, los populares ponen desde hoy en marcha su propio sistema, que llaman de doble vuelta para no poner de vuelta y media al ingeniero que lo patentó, que dicen que fue Maíllo.

Por resumir y prescindiendo del manual de instrucciones, cualquiera con cien avales puede aspirar a la presidencia pero sólo será candidato con el voto del 10% de los afiliados o presidente si consigue más del 50% en al menos 30 circunscripciones y logra una diferencia de 15 puntos sobre el siguiente. Los militantes votan además a los compromisarios, pero sólo a un parte porque cerca de una cuarta parte de ellos son natos, entre ellos los miembros de la Junta Directiva Nacional. Los compromisarios, natos y electos, son los que cortarán el bacalao en caso de que nadie supere esa barrera del 50%. Los candidatos de la militancia deberán tener el apoyo de al menos el 20% de los compromisarios, y a ellos corresponderá elegir al presidente en el Congreso del partido si hay dos o más candidaturas. En definitiva, un modelo de democracia interna exportable a Corea del Norte.

Aún conmocionados por la tocata y fuga de Rajoy, el debate se centra ahora mismo en si sería bueno para el partido que hubiera más de un candidato porque la derecha no está acostumbrada a la variedad y podría marearse hasta la descomposición si hay más de un bailarín en la pista. Y se vive pendiente de quién se atreverá a dar los primeros pasos, si lo harán en solitario o más agarrados que un tango, y hasta Margallo ha amagado con calzarse los zapatos de claqué si detecta que Soraya Sáenz de Santamaría se enfunda las mallas para contonearse con la música.

Las quinielas incluyen a Núñez Feijóo, que partiría como favorito de no ser por esas fotos tan indiscretas con algún que otro narcotraficante y cuya difusión su entorno atribuye a la exvicepresidenta. De postularse ésta, lo haría también Cospedal y Margallo, por separado o en santa alianza contra el sorayismo. Mientras, ha saltado a la palestra el nombre de José Ramón Bauzá, expresidente de Baleares, que dice que son muchos –posiblemente familiares - los que le animan a dar una batalla ideológica para consolidar una corriente liberal en el partido ahora que Esperanza Aguirre está centrada en poner hilo radiante a su palacio de techos altos. Aguirre, por cierto, ha afirmado que le gusta mucho Feijóo, y dada su habilidad para detectar talentos pudiera ser que en vez de príncipe saliera rana.

De momento y por arte de magia ya han surgido plataformas de apoyo en Twitter a cada uno de ellos, incluida la del exministro de Fomento Iñigo de la Serna, al que nadie toma en serio pero que se da un aire a Pedro Sánchez y todo el mundo sabe cómo ha acabado el cuento. Ante el desmadre y en aras de la unidad se da por descontado que habrá pactos. Se apunta a que Feijóo y Santamaría podrían unir fuerzas, lo que sería una declaración de guerra para Cospedal, que cuenta con apoyos no sólo en Castilla-La Mancha sino también en Asturias, Aragón, Valencia, Madrid, Rioja, Extremadura. Murcia y Navarra. Por eso tampoco sería descartable que el gallego se decidiera por andar el camino con la secretaria general y dejar a Santamaría, la más popular entre la militancia, colgada de la brocha. Salvo una alianza Cospedal-Santamaría, que la urticaria es muy puñetera, nada es descartable.

De lo que no se librará el elegido o elegida es de lidiar con esa herencia judicial que va desde la segunda parte de Gürtel, a la caja B y los sobresueldos, sin olvidar los discos duros de Bárcenas, Púnicas, Lezos y tramas valencianas. El futuro del PP no está ni mucho menos visto para sentencia.

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