Tierra de nadie

Villarejo es un artista

De la misma manera que uno puede detestar a la mafia y creer que El Padrino es una obra maestra, es posible apreciar en el estercolero fonográfico del excomisario Villarejo y en la excursión diaria a sus cloacas una impagable contribución social. Desaparecidas de algunos medios o reducidas a la mínima expresión, en función si los afectados son anunciantes o amigos de la casa, las informaciones de sus andanzas y la transcripción de sus conversaciones son el retrato descarnado de esa cara oculta del poder que, como la de la Luna, permanecía ajena a miradas indiscretas hasta que han llegado los chinos y han empezado a hacerla fotos.

Gracias a Villarejo se han confirmado muchos de esos secretos a voces con los que nos hacíamos cruces sin sospechar que algún día se oficializarían como verdades incontestables. A este siniestro policía, a sus venganzas y a sus chantajes, le debemos el conocimiento, que no se encontraba en el perro, como sostenía Kafka, sino en las hienas, una manada de sicarios con placa que han empezado a regurgitar la casquería de la que se alimentaban como un torrente de tropezones y bilis.

Jamás un enemigo público del Estado hizo tanto bien al Estado, entendido éste no como el ático con piscina de las elites sino el edificio en el que vivimos realquilados el resto, padeciendo las goteras y los desconchones que nuestros caseros de la política y de las grandes empresas se resisten a arreglar para que las comodidades no nos distraigan de nuestra función productiva y subalterna.

Villarejo es el Antonio López de los bajos fondos, un hiperrealismo de cuyos pinceles han salido reyes y barraganas ingresando comisiones en cuentas numeradas en Suiza, políticos sin escrúpulos que ordenan seguimientos a sus adversarios, jueces y fiscles que  confraternizan con delincuentes y hasta ministros con ángeles de la guarda que firman cheques de los fondos reservados a los chóferes para que los fuertes se queden sin mantas de las que tirar.

La última de sus creaciones –dicen que con fragmentos no tomados del natural- es un mural de grandes dimensiones en el que hay banqueros olisqueando las camas del Gobierno por si surge algún cubano musculado de entre las sábanas, miembros de ese mismo Gobierno pidiendo árnica a otros banqueros a cambio de poner su botín a salvo, infidelidades ministeriales y señores del ladrillo chapoteando en el barro en esos días de vino y rosas tan lejanos en el tiempo.

Se ha puesto muchas veces en duda aquello de que la Policía no es tonta, aunque el caso del excomisario podría constituir la prueba del nueve para tanto descreído. Ni una sola de las grabaciones filtradas agravará su situación penal porque todos los delitos que pudieran serle atribuidos han prescrito. Las suyas son obras maestras de la impunidad pero un testimonio imperecedero de las aguas fecales y sus corrientes.

Como se decía, Villarejo merece un reconocimiento social ya que ha conseguido hacer accesible al gran público los trapos sucios de nuestras personalidades más distinguidas. Sospechábamos de la higiene de algunas aunque no imaginábamos que debajo de esos ternos de Armani pudiera ocultarse tanta inmundicia incrustada en la ropa interior. La suciedad es el inseparable compañero de la riqueza y del poder, su cara oculta. Hagan fotos.

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