Tierra de nadie

Irene Montero profetiza el desastre

Doctores en Política tiene la Iglesia de Podemos y, por eso, la afirmación de Irene Montero de que pronto una mujer ocupará la secretaría general del partido debe tener algún sentido estratégico, más allá de mostrar a propios y a extraños a las puertas del 8-M que a feministas no hay quien les gane. Sin embargo, a los menos familiarizados con la teoría de los significantes, llenos y vacíos, y a quienes la incontestable victoria de Gramsci sobre Laclau les pilló en la ducha, la declaración de la portavoz les ha resultado inquietante y bastante incomprensible políticamente hablando.

Nada hay que objetar a que Podemos piense ya en un nuevo liderazgo y, mucho menos, a que sea una mujer la que encarne ese relevo, pero sorprende que esta revelación llegue a menos de dos meses de las elecciones generales, en un momento en el que Podemos no atraviesa sus horas más felices y cuando en esos cielos que en su día iban a ser objeto de asalto sobrevuela la idea de la tragedia del Hindenburg.

Salvo que el mensaje contenga una clave tan oculta como indescifrable, sólo hay tres posibilidades que se infieren del mensaje. La primera es que se esté pensando ya en la sucesión de Pablo Iglesias, antes incluso de los comicios, lo que obligaría a iniciar un precipitado proceso interno para que la Asamblea Ciudadana, que es el órgano competente, designe a la persona que ha de ocupar la secretaría general. Con el 28-A en el horizonte inmediato no parece que abrir el partido en canal sea una alternativa muy inteligente.

La segunda opción sería que este proceso tuviera dos fases, de forma que Iglesias renuncie de entrada a encabezar la lista electoral y sea sustituido por Irene Montero -que en las polémicas primarias celebradas en noviembre fue la segunda candidata más votada-, y proceder tras las elecciones al relevo orgánico propiamente dicho. El riesgo de esta operación es evidente, ya que unos malos resultados estigmatizarían a Montero como alternativa.

La tercera posibilidad es que se nos haya anunciado que tras las elecciones Iglesias abandonará su cargo para ‘abdicar’ en Montero, que es la hipótesis que aventan los críticos a la línea oficial para descalificar la pretendida democracia interna de la formación. Esto sería tanto como reconocer anticipadamente que los resultados electorales serán nefastos y que la frase de "salimos a ganar" que trasmiten una y otra vez los dirigentes de Podemos es una expresión hueca que sólo se repite por el eco. ¿Alguien podría pensar que en la hipótesis de que Iglesias ganara las elecciones o pudiera marcar la pauta de un Gobierno de coalición abandonaría sin más la secretaría general de su partido?

Como las posibles explicaciones a la afirmación de que una mujer tomará "pronto" las riendas de Podemos sólo benefician a día de hoy a sus adversarios, hay que suponer que estamos ante un error que envía un recado tan nocivo como esas encuestas desfavorables contra las que la propia Montero arremetía en la entrevista televisiva en la que dio cuenta de la buena nueva. O ante un globo sonda para marcar territorio por si a alguien –léase Iñigo Errejón o cualquiera de los dirigentes que llegado el caso pudieran postularse- albergara la aspiración de ceñir la corona. Es decir, que el yerro, por no ser involuntario, sería más grave todavía.

No hay que ser politólogo para sostener que adelantar los acontecimientos es un mal negocio, especialmente si se pretende infundir ánimo y no desconcierto a los potenciales votantes. Que el futuro se vista de mujer no sirve de mucho consuelo cuando lo que se está profetizando es el desastre inmediato.

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