Tierra de nadie

Los tríos no son una relación estable

Pitágoras, que atribuía cualidades a los números, sentía cierta predilección por el 3 al que relacionaba con el triángulo, figura a la que dedicó un teorema que en aritmética viene a ser como hacerle un soneto. El 3 pitagórico ha tenido mucho simbolismo a lo largo de la historia. Tres han sido las divinidades de muchas culturas y tres las personas de la Santísima Trinidad. La cosa fue luego degenerando hasta llegar a los tres mosqueteros o a los tres cerditos y tocó fondo con el trío de las Azores y ahora con nuestras tres derechas, que empezaron de buen rollo haciéndose fotos en Colón y no se descarta que acaben como el rosario de la aurora a medida que se acercan las elecciones.

La prueba de que el triángulo amoroso no es una relación estable la ha dado Aznar, que ha vuelto en su versión perdonavidas para poner orden en la cama redonda. Acostumbrado a lidiar con armas de destrucción masiva, el estadista no es de los que se arrugan por una Smith&Wesson como la de Abascal, al que retaba este miércoles en Valencia a sostenerle la mirada y hablarle de "derechita cobarde" si los tenía bien puestos. Con las mismas, se dirigía a los votantes de centro-derecha, ese territorio amplísimo que hace frontera con el PSOE por el oeste y que al este da la vuelta al globo, para pedirles que votaran al PP y sólo al PP ante unas elecciones "existenciales" en las que España se juega su continuidad histórica o, dicho en plan Shakespeare, su ser o no ser.

La pendencia tiene mucho que ver con la aritmética, con que los números no dan y con que el tres, tan perfecto y tan masculino, divide muy malamente. De lo que se trata por tanto es de ver cómo se asignan los tres estados de la materia, quién se queda con el sólido y quién con el líquido, y que al del gaseoso le vayan dando para satisfacción de los dos primeros.

Sea porque el naranja siempre se asoció al butano, la sublimación parece haberse adueñado de Rivera, Alberto Carlos para la familia. A su transformación en éter o a su pérdida de gas –que tanto monta- cabe atribuir esa estrafalaria oferta de coalición al PP, algo que, en circunstancias favorables, se daba por hecho tras las elecciones pero que, lanzada ahora como propuesta, sólo puede indicar que la fuga es grave y que una cerilla puede hacer saltar todo por los aires.

A Rivera deben de llevar tiempo explicándole que no deja de perder votos por su derecha y que lo que en principio era un simple goteo se ha convertido en un chorreo incontenible. También han debido de contarle que tiene un problema de credibilidad asociado a su fama de veleta y que cuando dice digo se le entiende diego, digestión, digresión o dirigible, según el caso. Para taponar la grieta prometió primero que no pactaría con el PSOE y luego lo juró sobre la Biblia. Pero como la cañería ha seguido soltando agua a mares ha tenido que pedir formalmente la mano del PP en santo matrimonio, en un intento de demostrar a quienes le voten que no se echará en brazos de Pedro Sánchez si el galán de los socialistas le guiña el ojo el muy truhan.

En el PP, lógicamente, se ha contemplado la maniobra como el ondear de una bandera blanca en el campo de batalla y, pisoteando la convención de Ginebra, se han burlado del pretendiente. Así, a la oferta de capitulaciones han respondido proponiéndole el carguito de ministro de Exteriores para que practique su don de lenguas. Rivera se rinde o eso es lo que han entendido.

No es que los populares estén para tirar cohetes pero hay que reconocer que Alberto Carlos les ha hecho un gran favor. Ocupados en demostrar que la receta original de la salsa de las patatas bravas de la derecha era suya y no del jinete de la Reconquista, la carta de amor de Rivera le permite demostrar a los horrorizados por su deriva que algo debe quedarles de partido centrista cuando Ciudadanos les corteja sin rubor a la vista de todo el mundo.

Es de suponer que Vox responderá a Aznar con la amenaza de un duelo al amanecer al que acudirá Ortega Smith con sus padrinos, posiblemente los familiares de Abascal que se han quedado fuera de las listas tras la inclusión de su madre, su hermana y su tía. Que el PP seguirá llamando a gritos al voto útil sin esas pausas en las que Casado aprovechaba para hacer un master. Y que hasta Rivera se desdiga de su compromiso si continúa el cachondeo. Tal y como están las cosas con el trifásico en cualquier momento pueden saltar los plomos. No hay que olvidar que también eran tres las hijas de Elena.

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