Tierra de nadie

El derecho a abogado de los entrevistados

Las asociaciones de la prensa, preocupadas a partes iguales por la deontología del oficio y porque no les falten tertulias a sus directivos, ya están tardando en redactar un estatuto de los entrevistados, de manera que se les reconozcan, al menos, prerrogativas similares a las de los imputados en procesos penales, incluyendo la presencia de su abogado cuando acudan a determinados platós de televisión. El primer punto de esta carta otorgada sería reconocer el derecho de todo interrogado a proclamar sus verdades -un concepto tan subjetivo que algunos pueden interpretar como mentiras- sin que ello implique su fusilamiento al amanecer. El segundo mandamiento debería recoger la obligación del periodista de abstenerse cuando sus propios intereses le impidan cumplir requisitos mínimos de objetividad e imparcialidad. Una cosa es el periodismo incisivo y otro el inquisitorial, muy dañino cuando el propio Torquemada está en el ajo.

Viene esto a cuento de la entrevista de anoche a Pablo Iglesias en La Sexta, que llegó a adquirir tintes de reyerta a cuenta de la supuesta trama policial urdida contra el líder de Podemos en connivencia con determinados medios de comunicación y las presiones a las que se ven sometidos los periodistas por parte de las grandes empresas y de los propios políticos. El asunto a priori no debería haber generado grandes disputas. Parece comprobado que ciertas estructuras del Estado espiaron a Iglesias y conspiraron contra él para desacreditarle, lo que el afectado interpreta –y está en su derecho de hacerlo lleve o no razón- como un intento de los poderosos por impedir que llegue al Gobierno.

Para ejecutar el plan, se usaron terminales mediáticas que, a juicio de Iglesias, forman parte activa e indisoluble de las cloacas del Estado. ¿Su solución? Impedir que estos poderosos, tal que los bancos, Florentino Pérez o Telefónica, controlen accionarialmente los medios y personalmente a los periodistas. El de Podemos está convencido de dos cosas: de que el acoso continúa pese al cambio de Gobierno y de que, junto a esta campaña de desprestigio basada en noticias falsas, se ha desatado además otra de invisibilización a cargo del duopolio televisivo, que le ha puesto la cruz y hasta la raya.

No pretende uno, que es un pobre juntaletras que apenas llega a final de mes, enmendar la plana a la estrella de la televisión inventora de la repregunta, que antes de Ana Pastor al parecer no existía. Pero su reacción pareció bastante desproporcionada. Por un lado, se empeñó en demostrar que Atresmedia, propietaria de La Sexta, Antena 3, Neox, Nova, Mega, Onda Cero, Europa FM, entre otros, y controlada por el Grupo Planeta, propietario de un sinfín de editoriales y del diario La Razón, es una benefactora de la libertad de expresión y, quizás por ello, quiere ejercerla ella sola. Como prueba del nueve expuso que Iglesias se convirtió en habitual de su parrilla antes de que encabezara un proyecto político respaldado por cinco millones de electorales. Y debió hacerlo sin importar que Iglesias fuera en aquel tiempo la gallina de los huevos de oro en lo que a cuotas de audiencia se refiere.

Por otro, quiso poner contra las cuerdas al entrevistado afeándole su intención de querer pactar con el mismo Gobierno que no ha hecho lo suficiente para higienizar y desinfectar las cloacas. Al tiempo, le reprochó ser el primero en presionar a los medios de comunicación, como si fuera lo mismo ser objeto de falsos informes policiales y víctima del robo de información personal que protestar airadamente por el tratamiento y los titulares de algunas informaciones relacionadas con Podemos.

Pastor siempre trabaja en medios independientes porque, si no lo fueran, alguien como ella entregada al sacerdocio del periodismo se limitaría a hacer un blog. La Sexta es tan independiente como antes lo era RTVE cuando gozaba de su magisterio. Por dudarlo, Cospedal casi sale con los pies por delante en uno de Los Desayunos. De hecho, es tan independiente que nadie va a decirle a quien mantener en su firmamento de colaboradores aunque sean indeseables, sobre todo si están bendecidos por el share.

Hay que pensar que Pastor tuvo un mal día o concluir, en su defecto, que reaccionó en defensa propia ante lo que pensaba que era un ataque contra su cónyuge, Antonio García Ferreras, exempleado de Florentino Pérez y principal valedor del Individuo al que Iglesias considera parte de la trama criminal que actúa contra él. De ahí la conveniencia de instaurar la abstención de los periodistas en determinadas circunstancias.

El mejor parado de la refriega fue otro periodista, David Jiménez, breve ex responsable de El Mundo y autor de ‘El director’, un libro que promete desnudar las miserias inconfesables del periodismo y en el que se dan cuenta de las ‘presiones’ de la que son objeto tipos intachables como él por parte de las grandes multinacionales y del propio Iglesias. Reconforta saber que siempre habrá compañeros dispuestos a cantar las verdades del barquero y hacer glosa de lo obvio una vez abandonado el cargo y cobrado el finiquito. Para las nuevas generaciones de periodistas habría sido de la mayor importancia haber dedicado un capítulo a explicar cómo la práctica del tenis puede ser vital en la promoción profesional. Quizás en la segunda parte.

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