Tierra de nadie

Vaya tropa

Una vez que se ha conocido la intrahistoria de la fallida negociación entre PSOE y Unidas Podemos para la investidura de Pedro Sánchez casi hubiera sido mejor haber permanecido en la ignorancia, que siempre es más bondadosa a la hora de repartir absoluciones aunque sólo sea por falta de pruebas. Los relatos casi coincidentes que han ofrecido los medios no dan mucho margen para la comprensión y la manga ancha. Que el acuerdo haya podido irse al garete por un mensaje de texto recibido tarde porque una parte de los negociadores le da al whatsapp y la otra al Telegram o que la ruptura se precipitara por la reticencia de la vicepresidenta a ceder las competencias de Igualdad que ahora maneja ilustran perfectamente el disparate colosal de esta aventura. No hay indulgencia posible para esta tropa.

Como lo pasado pasado está, sólo queda aventurar por dónde discurrirán las próximas semanas, además de contemplar cómo caen al suelo algunos de los globos sonda que se lanzaron en la escaramuza. El más notorio se formuló como una amenaza: no habría un segundo intento de investidura si fracasaba el primero y el país habría de prepararse para una repetición electoral en noviembre. Nada más lejos de la realidad a tenor de lo declarado al minuto siguiente por los socialistas, dispuestos a explorar vías diferentes para formar Gobierno -excluyendo la coalición con Unidas Podemos- para que no haya nuevas elecciones. De lo anterior puede colegirse que todo lo que ahora se diga debería de ser puesto en cuarentena por infeccioso.

Lo que parece constado es que si el ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, algunos políticos presentan facultadas innatas para darse de bruces con la roca las veces que haga falta. Derribadas por un manotazo de la realidad las fichas del tablero de ajedrez, hay algo más que indicios acerca de la voluntad de los jugadores de volver a extenderlas sin considerar que en algunas situaciones los finales de partida pueden terminar con el jaque mate mutuo, es decir con la derrota de ambos y la ganancia de otros pescadores.

Conviene además no perder de vista el cansancio de quienes observan, que empiezan a estar hartos de estrategias y de spin doctors, que es la forma moderna de definir a los vendedores de crecepelo que reparten su mercancía a calvos incautos a dos manos y, a veces, llegan incluso a convertirse en jefes de gabinete. La política trata de personas, de sus urgencias vitales y sus expectativas de futuro, y ni puede ni debe reducirse a una teoría de los juegos que tiende a la suma cero a pesar de las encuestas.

En consecuencia, sería todo un avance que el PSOE entendiera que la coalición con Unidas Podemos no es una opción a descartar sino que, por el contrario, es la única posible. Ni habrá abstención de la derecha por mucho que se coquetee con ella ni sería inteligente intentar dinamitar al futuro aliado buscando la fractura entre quienes apuestan por entrar en el Ejecutivo y los que se inclinan por el acuerdo de legislatura sin ejercer responsabilidades de Gobierno. La humillación no es un camino y puede abocar a un morir matando en el que todos resulten gravemente heridos.

De igual forma, Unidas Podemos debería repensar su manera de conducirse y no olvidar que su empeño en estrellarse contra el muro puede conseguir que algunos de sus pasajeros tengan la tentación de bajarse en marcha para no perecer en el desastre. Siendo poderosa la tentación de intentar resolver el galimatías interno con una demostración de fuerza, lo probable es que el caos se agudice y que, por poner a salvo la soberbia y el machito de algunos de sus dirigentes, se aboque a toda la organización a un involuntario suicidio.

Como lo sensato sería que unos y otros se dispusieran a reconsiderar sus posiciones sin resabios, es bastante posible que hagan justamente lo contrario. Se dice que las personas razonables se adaptan a las circunstancias y que los irreflexivos tratan de que sea el mundo el que cambie y se acomode a sus pretensiones. Contemos con que la tropa volverá a hacer de las suyas porque está en su maldita naturaleza.

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