Tierra de nadie

Ganas de enredar

El español es tan rico en expresiones que siempre es posible encontrar alguna que se ajuste como un guante a la realidad que se pretende describir. Es posible así decir que las tres derechas en Madrid han mareado la perdiz durante más de dos meses antes de escenificar un pacto que todo el mundo sabía que acabaría produciéndose. Por aquello de que después de Dios, la olla, el trío sabe muy bien que con el almuerzo no hay que jugar más de lo aconsejable porque, al fin y al cabo, se saben destinados a comer del mismo plato.

A la izquierda, sin embargo, ocurre justamente lo contrario. O la ambición desmesurada de alguno de sus líderes les hace echar caperuzas a la tarasca,  o perdonan el bollo por el coscorrón y ni siquiera se esfuerzan en conseguir lo que tienen al alcance de la mano. La experiencia demuestra que en sus negociaciones –cuando existen- no queman etapas sino que prenden fuego a las naves.

La última estrategia de Pedro Sánchez para ser investido es realmente curiosa. En lugar de sentarse con quienes tienen que darle los votos, el presidente en funciones ha iniciado una ronda de consultas con algo tan abstracto como la sociedad civil para elaborar una propuesta irresistible con la que convencer a Podemos de que debe rendir el fuerte y aceptar una solución a la portuguesa. Obvio es decir que está de más la prenda, no sólo porque ambos partidos ya habían avanzado en un acuerdo programático en las vísperas del fiasco sino porque los de Iglesias entienden que sus 42 escaños valen algo más que lo que se les ofrece por ellos.

Estamos por tanto ante la pescadilla que se muerde la cola o, mejor dicho, en esa vuelta de la burra al trigo que puede terminar por arruinar cualquier esperanza de un Gobierno progresista. Sánchez ha remitido una carta a la militancia en la que explica sus esfuerzos para evitar la repetición electoral, algo que, según afirma, es una prioridad absoluta para él. El caso es que pregonar vino y vender vinagre nunca fue un buen negocio si uno no quiere salir de nuevo por la puerta de los carros.

Si, como apuntan las encuestas –y no las de Tezanos, precisamente- los votantes de izquierdas no quieren volver a las urnas, si la aritmética permite formar Gobierno, si no hay diferencias insalvables en los programas, si la coalición ya se había aceptado como fórmula y si el único obstáculo es el reparto de las competencias, la lógica aconsejaría centrar los esfuerzos en este punto y no en volver a la casilla de inicio como en el juego de la oca. Lo demás son ganas de enredar. Para animar a no desaprovechar la oportunidad, el castellano tiene una expresión deliciosa: abrid el ojo que asan carne. El problema, claro, es la naturaleza de esta izquierda que nunca se conforma y cuando no es por berzas es por hilo negro. Así les va.

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