Tierra de nadie

Devórame otra vez

Lo de zamparse a los partidos de centro, o que se dicen de centro, se ha convertido en costumbre en nuestra democracia y, periódicamente, asistimos a esta suerte de canibalismo con el que el bipartidismo calma su hambre atrasada. Puro darwinismo. Ocurrió con la UCD de Suárez, con el CDS de Suárez y parece estar a punto de pasarle al Ciudadanos que fue de Rivera, que también quiso ser Suárez hasta que comprobó que no le sentaba bien el traje. Si la política fuera la sabana, los autoproclamados liberales vendrían a ser como la gacela Thomson: corren mucho al principio y dan saltos admirables hasta que acaban sirviendo de desayuno a los carnívoros de los alrededores.

Desde hace semanas llevamos escuchando en el PP ese ruido de estómago tan característico y el aumento de la salivación de su líder, signos característicos de que la mesa está puesta y el banquete encargado. Y como el pavo se resiste a entrar en el horno por voluntad propia se ha diseñado un acecho descarado que algunos llaman oferta de fusión cuando en realidad quieren decir fagocitación.

La estrategia es más antigua que el mear de pie entre los varones. Los de Casado han empezado por hacerse los simpáticos y ganarse la confianza de su presa. Se intentó primero que con sus diez diputados Ciudadanos tuviera un representante en la Mesa del Congreso en una operación que Vox se encargó de desbaratar aun a costa de regalar un puesto más a la izquierda. Hoy mismo, las menguadas huestes de Inés Arrimadas podrán constituir grupo propio en la Cámara Alta gracias a la cesión de un senador del PP. Lo que era, a juicio de los naranjas, un rasgo propio de la vieja política lo será de la nueva, porque a nadie le amarga un dulce si viene relleno de más financiación en tiempos de tanta carestía.

La segunda fase, ya en marcha, consistirá en la captación de dirigentes de Ciudadanos a los que el batacazo electoral ha dejado en plan egipcio, esto es con una mano delante y otra detrás. Algunos ya han sido tentados y otros lo serán próximamente en la confianza de que la cabra, aunque se resista al principio, siempre acaba tirando al monte. La OPA es de manual y, en cierto modo, es justicia poética porque en los días de vino y rosas en los que Rivera jugaba a ser el líder de la derecha hizo lo propio con los descolocados y descontentos del PP.

Finalmente, se ha dispuesto el abrazo del oso definitivo, bautizado como España Suma, una fórmula que tendría como objetivo declarado evitar que la división de la derecha les reste escaños en las sucesivas convocatorias electorales con la refundación como horizonte. El difunto Rivera, que en gloria esté, aceptó el instrumento en Navarra pero pasó a cuchillo al entonces secretario de Organización en Euskadi, Javier Gómez, que intentó repetir la jugada y se ganó un expediente disciplinario bajo la acusación de planear una operación de trasvase de afiliados de Ciudadanos al PP.

Lo que se pretende ahora es embarcar a Ciudadanos en una operación semejante en Cataluña, País Vasco y Galicia, donde el propio Feijóo, reticente en un principio, ha aceptado el entendimiento con el argumento de que Ciudadanos cabe dentro del PP, que al fin y a la postre es de lo que se trata. A mayores, no se descarta incluso que los populares renunciaran a sus siglas a nivel nacional y que España Suma, ya con Ciudadanos acomodado al fondo -que hay sitio-, fuera su marca electoral en unas eventuales elecciones generales.

Esta es la celada que Arrimadas tiene ante sí, la oferta de una aparente fusión que enmascara una absorción en toda regla. En algún momento, la futura presidenta de Ciudadanos tendrá que elegir entre recorrer el camino en solitario y arriesgarse a caer en la irrelevancia más absoluta o la compañía de quien ya se ha puesto la servilleta al cuello y se relame. Buen provecho.

 

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