Tierra de nadie

Mi reino por un Tamayo

Un Tamayo es lo que precisan las fuerzas del bien, esto es, las derechas ultramontanas, las de toda la vida y las recién llegadas, para desbaratar los planes del Anticristo, que ya está aquí y amenaza con quedarse un tiempo tras cambiar de colchón en La Moncloa. Un Tamayo es lo único que puede impedir que el reino de las tinieblas descienda sobre nosotros y se enciendan las calderas de Pedro Botero con energías renovables. En un Tamayo reside la esperanza de esta vieja nación católica y sentimental de sobrevivir al nuevo terror rojo, tal y como ha sido ya bautizado por el apóstol Federico. Sólo un Tamayo podrá cambiar el número de la Bestia, que ahora es el 166 porque todo se deprecia desde que el euro entró en circulación. Nuestro reino por un Tamayo.

La búsqueda del tal Tamayo es una urgencia nacional, pero tiene frito al pobre diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte, al que se exige que cambie su voto con la amenaza de un puñado de castigos bíblicos sin reparar en que hablar a su provincia del Apocalipsis es como dar lecciones a Noé de la lluvia. La estrategia seguida con Guitarte puede ser contraproducente porque es sabido que los de Aragón son muy tercos y basta con decirles que hagan una cosa para que se empeñen en la contraria. Así, de las buenas palabras se han pasado a las pintadas amenazantes en algunas fachadas de su pueblo, que puede parecer un método mafioso impropio de las huestes del Altísimo, pero es que en el amor y en las guerras, especialmente, si son santas está todo permitido.

Por si falla la baza turolense, los Ejércitos del bien han dispuesto a contrarreloj escaramuzas alternativas. Conseguida para la causa a la canaria Ana Oramas, que es una patriota y una mujer de bandera por pasarse por el forro la decisión de abstenerse que había tomado por unanimidad la dirección de su partido, de lo que se trata ahora es de amedrentar a diputados y hasta a ministras con mensajes de todo pelaje, fundamentalmente insultantes, para convencerles de que apoyar a un traidor les quitará el sueño de por vida. Tamayo puede encontrarse en cualquier sitio; sólo hay que saber rastrearle.

Lo fundamental es no desanimarse, por muy de sobrada que fuera Adriana Lastra cuando proclamó aquello de que los diputados de la Cámara no son arribistas ni tránsfugas. ¿Qué sabrá ella con semejante currículo, verdad Inés? Tampoco hay que hacer caso a las bravatas de Pedro Sánchez cuando, en respuesta a la propia Arrimadas, le ofreció el móvil de los 120 diputados socialistas para que les tentara a abandonar el lado oscuro. Los Anticristos van de chulitos aunque no tengan ni medio bufido. ¡Qué tiempos tan terribles para que un ángel como la lideresa de los liberales tenga que hacer de serpiente para que alguno muerda la manzana de la verdad y la moral!

De hecho, los malos no las tienen todas consigo, como demuestra esa orden de los socialistas para que sus diputados pernocten en Madrid este día 6, no por si llegaban tarde a la votación de mañana sino para que los demonios de Ferraz les tengan controlados. Tamayo puede estar entre ellos porque, vamos a ver, ¿acaso no habrá en ese rebaño un solo valiente que haga decaer la investidura? Seguro que sí y hasta es posible que Santiago Abascal lo esté hoy buscando a caballo o a camello y con la cara pintada de negro, como si fuera el Rey Baltasar con permiso de residencia.

Hay que enfrentar el destino de cara, Adolfito Suárez, porque hacer la espaldina, que es una suerte muy reciente del toreo que los maletillas como él ejecutan para hacerse notar y subir puestos en el escalafón, no es una opción. Hay que encontrar a un Tamayo al precio que sea. Por lo civil o por lo militar.

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