Tierra de nadie

La psicohistoria contra Ábalos

Los amantes de la ciencia-ficción en general y de Asimov en particular están al corriente de lo que es la psicohistoria, una rama del conocimiento completamente inventada que, gracias a una combinación de estadística, matemáticas y psicología, permite anticipar con exactitud milimétrica acontecimientos del futuro, tal que una confederación asiática en el siglo XXIII o la proclamación de la III República española más o menos por esas fechas.

La psicohistoria parece hoy inverosímil pero no deja de tener sus seguidores. En Brasil, por no ir muy lejos, la cúpula militar de Bolsonaro ha elaborado un informe que establece el 2035 como el año en el que el país entrará en guerra con Francia, después de que los galos reconozcan la independencia de los yanomamis, pidan que intervenga la ONU y desplieguen sus tropas a lo largo de la frontera con la Guyana, que para algo es francesa y lo seguirá siendo dentro de 15 años según los psicohistoriadores cariocas.

A escala mucho más pequeña, en la política española ha empezado a utilizarse una versión que es capaz de anticipar, no ya lo que harán grandes masas de la población o continentes enteros, sino cuál será el futuro de un solo individuo. El actual objeto de estudio está centrado en el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, del que se augura un mandato muy breve. Como la psicohistoria está aún en pañales, no se ha podido establecer una fecha concreta a su cese, pero el momento previsto para que reciba un sentido agradecimiento por los servicios prestados se estima en unos cuantos telediarios. La predicción no procede enteramente de la oposición, lo cual haría sospechar de una confusión entre deseo y realidad, sino que se ha propagado también desde algunos predios socialistas, donde se vaticina idéntico final.

La de Asimov no sólo era una psicohistoria adivinatoria sino una manera de influir en los acontecimientos para provocar el comportamiento deseado, al modo de las profecías autocumplidas. En el caso de Ábalos, el ingrediente principal que debería conducirle a la dimisión es su cita a ciegas en el aeropuerto con la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, y sus incontables versiones sobre el encuentro. A priori, sería el típico suceso que da carnaza a los adversarios políticos sin pasar a mayores porque, meteduras de pata aparte, cualquiera reconocería una cierta razón de Estado en el hecho de que un ministro se pringue en un episodio de tanta nocturnidad cuando están en juego fuertes intereses empresariales en un país que alberga una amplísima colonia española.

Era predecible, en consecuencia, que a la presión política se sumara la mediática, pero no lo era tanto, al menos para los profanos en psicohistoria, el fuego amigo de determinada prensa y la puesta en circulación en los mentideros de costumbre de un ramillete de maledicencias sobre la trayectoria política y la vida personal del afectado, algunas ya conocidas y otras de nuevo y maligno cuño. Si Richelieu era capaz de encontrar en dos líneas escritas por el más honrado de los hombres motivos para encarcelarle, qué no podrá hacerse con la vida de Ábalos que, en comparación, es la enciclopedia Espasa.

Así, se ha empezado a inquirir sobre la sombra-guardaespaldas-asesor que acompañó al ministro a Barajas, Koldo García, nombrado a finales de año, y por expreso deseo del ministro, consejero de una filial de Renfe. Se ha recuperado la vieja historia de Fiadelso, la ONG en la que el dirigente socialista colocó a su actual pareja y a su suegro, presuntamente regada con generosidad de subvenciones públicas, y de la que, al parecer, se desvinculó hace más de diez años. De su esposa no se ha dejado de mencionar su puesto como asesora a dedo en la Delegación del Gobierno de Madrid. Y al mismo tiempo, se han empezado a difundir con petición expresa de sigilo, que es la manera más efectiva de extender la mancha de aceite, vicisitudes económicas y algún que otro extravío privado.

En su conjunto, pareciera que, sabido el pez en el anzuelo, se le quisiera dar carrete, ya sea como diversión de pescadores o para hacerle entender - a él, pero sobre todo a su jefe- que si demora lo inevitable recibirá heridas mayores porque existe munición bastante, con lo que solo le quedaría la renuncia para volver a prestar otro "gran servicio al país", dicho sea en palabras del presidente del Gobierno. El hecho de que Ábalos sea uno de los escogidos de entre los ministros del PSOE para mantener su escaño, lejos de desmentir esta tesis, abundaría en ella. Todo ello contando, lógicamente, con que la psicohistoria, además de ser una ciencia ficticia, no tiene por qué ser fiable, como bien saben los brasileños.

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