Tierra de nadie

Simón en cueros

La pandemia está dejando fotografías terribles, indecentes e inconvenientes. En esta última categoría entra el posado en cueros y moto del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, Fernando Simón, que ilustra su entrevista de este fin de semana en El País Semanal. Nuevamente, se hace bueno aquello de que una imagen vale más que mil palabras, al punto de que lo que se lea, comenzando por el titular ("No podía perder la calma" ) es ya completamente irrelevante.

El doctor tiene derecho a conceder entrevistas y a mostrarse como le venga en gana, pero alguien del entorno del Ministerio de Sanidad o de la legión de vendedores de crecepelo a las órdenes del Maquiavelito de Moncloa debería haberle advertido de que el horno sigue sin estar para bollos y lo que a él puede parecerle una instantánea inocente será valorada por buena parte de la opinión pública como una frivolidad injustificable.

Salvo que al bueno de Simón se le haya subido a la cabeza su conversión en uno de esos iconos pop del que se hacen camisetas y sea muy graciosa su transformación en un Einstein de pelo alborotado y lengua al viento en los estampados, era innecesario emular a James Dean en Rebelde sin causa, porque ni le va el papel de adolescente atolondrado ni lo suyo ha sido una chickie run hacia los acantilados, que es el sentido último que transmite la portada.

Se dirá que es pura demagogia asociar la estampa desenfadada del epidemiólogo con los miles de muertos de los que ha tenido que informar a diario, y lo es. También es inevitable pensar que un simple movimiento de cabeza de izquierda a derecha le habría evitado dar munición a quienes le han puesto en el punto de mira y le atribuyen todos los errores en la gestión de la pandemia. El trabajo de Simón, su dedicación y su trayectoria personal ya le hacían especial sin recurrir a artificios de gran cilindrada. Está claro lo que quiere vender el medio, que son ejemplares, y es un arcano lo que pretende transmitir el protagonista, además de su infinita ingenuidad.

Más allá de los calumniadores profesionales, a los que les basta una cerilla para sus incendios, existen ciudadanos conmocionados por la magnitud de la tragedia hayan o no sufrido la pérdida de sus familiares y allegados. A esas personas les cuesta entender esta imagen porque representa un pasar página del que ellas mismas no son capaces, una ligereza insoportable.

Lo quiera o no, las circunstancias han convertido a Simón en un personaje público sometido a constante escrutinio. Nada de lo que hace, ni la nimiedad de atragantarse con una almendra, pasa desapercibido. La fama es una maldición para los tipos normales que van al trabajo en moto. Puede devorar a los seres más puros o, como poco, adentrarles en insospechados pantanos, que son como los charcos pero a lo bestia. A diferencia de lo que pasa con el Covid 19, para esto sí hay una vacuna efectiva: se llama sentido común y don de la oportunidad.

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