Tierra de nadie

El diputado por Ávila y las cosas del pasado

Siguiendo una ancestral tradición de su partido, Pablo Casado ha reaccionado a la fundadísima sospecha de que el Gobierno de Rajoy alumbró en su seno una organización mafiosa dedicada al espionaje, el encumbramiento de delitos, la conspiración contra adversarios políticos y la fabricación de pruebas falsas llamándose andana. A él no ser le pueden pedir cuentas porque era entonces un simple diputado por Ávila al que los hechos que se investigan seguramente le pillaron estudiando uno de sus masteres de fin de semana. Cosas del remoto pasado, en definitiva, que no afectan a su compromiso con la honorabilidad ni mancharán las impolutas siglas de su organización. A otro perro pues con ese hueso.

Es dramático que todo lo que acontece en el PP sean cosas del pasado. ¿El franquismo de sus fundadores? Cosas del pasado. ¿Las corrupciones de sus dirigentes? Cosas del pasado. ¿Las guerras ilegales de Aznar? Cosas del pasado. ¿La degradación de las instituciones y el saqueo sistemático de fondos públicos? Cosas del pasado. ¿Los sobresueldos, las cajas B y la financiación ilegal? Cosas del pasado. Parafraseando a Cortázar, tiene esta gente su verdadera cara en la nuca y es muy tenebrosa.

Da vergüenza ajena que el líder de la oposición, el tipo llamado en algún momento a presidir el país si el pasado no le sepulta mucho antes, despache de esta manera un escándalo colosal que implica de entrada a varios exministros del PP y al propio expresidente del Gobierno, para el que el pasado era un presente en el que, forzosamente, tuvo que conocer y hasta impulsar que sus subordinados malversaran fondos reservados, maquinaran como obstruir la acción de la Justicia y utilizaran a la Policía para el espionaje y el encubrimiento de sus presuntas fechorías.

Lo que Casado llama cosas del pasado son hechos gravísimos que marcarán su trayectoria futura porque en política no se pueden aceptar las herencias a beneficio de inventario. No estamos ante irregularidades de poca monta sino frente a la constatación de que - siempre supuestamente, que aquí se respeta la presunción de inocencia tanto o más que el líder del PP- hemos sido gobernados por una Cosa Nostra que se reunía los viernes en Consejo de Ministros y que usaba en su provecho las instituciones del Estado.

‘El barbas’, que así le llamaban los sicarios de esta trama, no era un simple carterista del metro sino el presidente del país, el que hizo a Casado vicesecretario general de Comunicación del partido, el que tenía a la actual vicepresidenta del Congreso, Ana Pastor, como su persona de confianza, la misma que ahora sale en su defensa, reduce el escándalo a una "investigación de la Fiscalía" y recuerda que la inmensa mayoría de los políticos, o sea ellos, están "a las cosas importantes", entre las que no se encuentran al parecer que una mafia se instalara en el poder ejecutivo y pusiera los pies sobre la mesa.

Pretende Casado ignorar al elefante que se le ha metido en la habitación y lo último que puede esperar de él es que sea cuidadoso con la porcelana que tiene en las estanterías. Nada podía saber de lo que le hablan el antiguo diputado por Ávila, enfermo del síndrome de Ana Mato, esa terrible afección que te impide distinguir un Jaguar de un Ibiza y te condena a la inopia más absoluta. Nada le consta a Casado como nada le constaba a Rajoy, que sigue silente haciendo la estatua en plan efigie barbuda  al que la Justicia podría segarle la hierba bajo del pedestal.

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