Tierra de nadie

Elogio de Frankenstein

Como el que no se consuela es porque no quiere, el PP se ha agarrado a un clavo ardiendo con una mano y con la otra ha echado las campanas al vuelo después de que el Tribunal Supremo haya considerado que el partido no es responsable penal de habérselo llevado crudo con la Gürtel. Ello les ha permitido sostener en plan funambulista que la moción de censura que hizo presidente a Pedro Sánchez se basó en una mentira y que desalojar a Rajoy de Moncloa de esa manera, además de ser muy malo para su hígado y para el bolso de Sáenz de Santamaría, abandonado a su suerte en el escaño en aquellas dramáticas horas, fue una completa injusticia.

Lejos de exculpar a los populares, la sentencia es demoledora porque acredita que el PP mantuvo durante décadas una caja B, de cuyos fondos dispuso a su antojo el tesorero de las patillas para sufragar gastos de la organización y, al mismo tiempo, hacerse con un capitalito en Suiza. La aparente contradicción de confirmar a la organización beneficiaria de parte de ese dinero a título lucrativo y evitar el reproche penal correspondiente ni siquiera es tal. No se podía condenar al PP porque no se le acusaba y no se le acusaba porque la ley en aquel momento no permitía juzgar a un partido.

El Supremo avala en consecuencia que la Audiencia diera por probado la doble contabilidad de los populares, lo cual era además una inferencia lógica sin la que resultaba imposible condenar a Bárcenas, que no era un señor que pasaba por allí y que se encontró en la calle la llave de la caja fuerte. Para que el extesorero se forrara con el dinero ilícito y pudiera disponer de él a su capricho dicho dinero debía existir. De determinar si estas aportaciones pretendían pagar favores por adjudicaciones o comprar voluntades ya se ocupan los jueces en otras causas, como la de los famosos papeles de Bárcenas, esos manuscritos más famosos que los del Mar Muerto donde el aplicado cancerbero daba cuenta de las entradas y salidas de la pasta, muchas de ellas ya acreditadas por sus donantes y beneficiarios. ¿Que por qué aquello era la caja B? Pues porque esos apuntes no figuran en la contabilidad ordinaria. Verde y con asas.

Cómo de catastrófico habrá sido el fallo, que el temor en el PP no es que se haya confirmado que nadaba en una piscina olímpica de dinero negro sino que -tal y como se ha producido- se ratificara la condena a la esposa de Bárcenas, Rosalía Iglesias, y, a causa de su ineludible entrada en prisión, su marido ya no tuviera motivos para ser fuerte como le pedía en sus SMS el registrador de la propiedad que entonces era presidente del Gobierno.

Otra inferencia lógica es que alguna carta y hasta una baraja española ha debido guardarse en la manga el Tempranillo de Génova, y ello explicaría que desde el Ministerio del Interior del piadoso Fernández Díaz y su ángel de la guarda se montara una de espías con el oscarizado guión de Villarejo para encontrar y destruir las pruebas que demostrarían, por ejemplo, que la cúpula del PP ponía el cazo a la egipcia manera en todas las mordidas del partido.

¿Que qué hará Casado cuando se acredite fehacientemente que M. Rajoy era M. Rajoy y que su antecesores se encendían puros con algún billete de los sobresueldos que Bárcenas les repartía? ¿A qué clavo ardiendo se agarrará cuando se demuestre que es el legítimo heredero de unos señores que robaban por encima de sus posibilidades? ¿Qué argumento encontrará entonces para justificar que la cueva de Alí Babá era un íntegro banco de alimentos en comparación con el impresentable matute de los de la gaviota?

La moción de censura no se basó en una mentira. Fue una reacción lógica a dos décadas de una corrupción institucionalizada, de latrocinios y de cloacas. Fue una descarga eléctrica que puso en pie a un Frankenstein, sí, pero mucho más bello y humano que ese contubernio delictivo que había empobrecido moralmente al país. Lo único monstruoso es que tengamos que aguantar todavía que alguien defienda tanta indecencia.

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