Estación Término

Por el derecho a una muerte digna

Fernando Pedrós
Periodista, filósofo y miembro de DMD

Al abrir una ventana es casi connatural respirar hondo a no ser que se haya abierto para hablar con el exterior. Eso —ambas cosas— es lo que me ocurre en estos momentos al abrir este blog de DMD (Derecho a Morir Dignamente). Nos estamos abriendo a un espacio exterior, un espacio de Público, respiramos hondo las inquietudes de su audiencia y nos atrevemos a elevar un tanto la voz para que se oigan nuestras preocupaciones que no son otras que las de los pacientes que no solo desean morir con dignidad sino a veces incluso desean poder morir en plena libertad determinando el momento de su término.

Sabemos que la tarea que llevamos entre manos no cuadra con la voluntad política de personas cuyo pretendido progresismo no es más que retardatario. Vivimos un tiempo que cuestiona estas posturas, pues cuestionamiento político y jurídico son las nuevas legislaciones sobre las conductas eutanásicas de Holanda, Bélgica y Luxemburgo, la próxima que en estos momentos se debate en el parlamento de Quebec, el estudio previo y contraste de opiniones en Francia sobre la ley de eutanasia que fomenta el gobierno de Hollande, etc.

No hace falta ser muy avispado para advertir que el establishment político-religioso que domina o pretende dominar la cultura de la vida en nuestro país considera la muerte no solo como un tabú sino como una realidad envuelta en lo sacro, con lo que aumenta no solo su intocabilidad sino que la convierte en un campo colonizado por normas socioreligiosas.

Podemos todos recordar la muerte de Ramón Sampedro, tetrapléjico gallego de cincuenta y cinco años, postrado en cama desde hacía 27 años, que solicitó la eutanasia incluso ante los tribunales. No lo consiguió, pero su muerte nos hizo a muchos ser conscientes de un grave problema que tiene pendiente la sociedad española y obligó a los académicos y juristas a reflexionar y a abrir un debate serio sobre la libertad del ciudadano en la fase de la muerte. Hay otro episodio para mí muy significativo. Bernat Soria, ministro de Sanidad, que durante el último gobierno socialista quiso entrar en este terreno. Encargó una encuesta al CIS que ha sido el documento de mayor fuerza a favor de una legislación legalizadora de las conductas eutanásicas. DMD procuró dar información, reflexiones, comentarios sobre los datos de la encuesta, pero el silencio institucional —tanto el político como el profesional médico— fueron abrumadores. Su divulgación podía haber producido un gran impacto, un shock mediático y político: el 73% de los ciudadanos apoyaba o reclamaba una ley que regulase la eutanasia. Pero el shock fue que al poco tiempo Bernat Soria dimitió y volvió a su trabajo de investigación biomédica y los siguientes ministros socialistas del ramo cerraron definitivamente el camino.

Seguimos, pues, peleando y haciendo camino hacia el Congreso en busca de una voluntad política y una legislación que permita a los enfermos en situaciones irremediables que se les garanticen los mismos derechos en toda Europa en el momento final. Y para ese camino esta página, este espacio público, nos servirá de mochila. Para que no cerremos inconscientemente los ojos ante este problema, sobre todo si no lo tenemos cercano en el propio entorno, para que no consideremos que la situación actual de los enfermos a los que se rechaza su impulso libre de morir es correcta y normal, para que llegue el momento de dejar de soportar el tabú de la muerte en que fuimos educados y, por fin, nuestra sociedad laica y plural —como tiene que ser— se decida más pronto que tarde a que el ciudadano que lo desee pueda elegir y disponer de su propia vida.

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