Tinta Mintenig

Tinta

0001.JPGLes presento a "Tinta". Es una labrador que vive en casa desde hace tres años. Es buena, plácida y juguetona. Un poco vaga y gordita, sobretodo desde que hace 3 meses, durante uno de nuestros paseos, la atacó uno de esos perros agresivos y sin atar que se piensan que "la calle es de ellos". Desde entonces "Tinta" se niega a salir a la calle y, claro, no hace el ejercicio que debería hacer diariamente. El veterinario me ha dicho que le busque un psicólogo pero yo, de momento, me niego. Sólo me faltaría eso, tener que llevar al perro al psicólogo.

Hablo de esto porque me ha llamado la atención el anuncio de un nuevo programa de la CBS americana que, harta de realities para escoger al famoso al que le pican más mosquitos en una isla desierta, o el que dice la mayor sarta de tonterías en un minuto, ha decidido averiguar, en directo por supuesto, cuál es el mejor perro o perra de América.

¿Cuál será el mejor? Según las bases del programa, el que demuestre ser más fiel o más inteligente. Yo, a un perro, la fidelidad se la supongo. Nunca he tenido ninguno que no fuera fiel. Inteligentes, algunos lo son más que otros, lo reconozco. En este concurso americano hay canes que reconocen más de 100 palabras o frases (órdenes) en inglés, e incluso los hay que son trilingües (hablan lenguaje perruno, inglés y español). Seguro que el programa será un exitazo, y supongo que no tardaremos mucho en tener una versión del mismo en nuestro país, que también sería récord de audiencia. En prime time. Porque es curioso lo ligados que estamos los dueños de perros a nuestros canes. Pasa como con los hijos, que siempre creemos que los nuestros son los mejores.

Sin embargo, yo no quiero a mi perra por lo inteligente que pueda ser, que a veces lo es, y otras veces no tanto. La quiero porque me gusta su compañía, porque puedo hablar con ella sin que me replique en un tono inadecuado, porque no quiere salir de noche y llegar de madrugada en un estado más que sospechoso, y porque ella piensa que yo soy el ser más maravilloso del mundo, y eso es fantástico para mi ego. Me voy al cine y estoy un par de horas fuera de casa, y cuando regreso ella se vuelve loca de alegría y lo celebra como si llevara una eternidad sin verme. Se adapta a mis horarios sin rechistar, esté o no cansada, y lo único que me molesta es que, cuando duerme, ronca. Ronca como un tío con apnea.

Hace unos días, un prestigioso pediatra decía que la educación de los hijos se parece al adiestramiento de los perros. Los niños deben tener muy claro quién es el líder del grupo (los padres) y qué normas hay que obedecer para convivir en paz. En algunos hogares, sin embargo, criaturas de pocos meses o años se convierten en los líderes y someten a los suyos a una esclavitud intolerable. Les recomiendo los consejos del susodicho pediatra, y también las obras del reputado adiestrador y psicólogo canino César Millán.

Por eso, por la similitud entre la crianza de hijos y de canes, viendo el éxito de programas como "Supernanny", tan útiles a la hora de disciplinar a la prole, le auguro un gran futuro al mencionado "America’s Greatest Dog" y a sus secuelas internacionales, que seguro las habrá.

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