Bocacalle

Los cojones del hostelero ahumado

Dudo mucho que sin el precedente de los Horcajo, Tertsch, Serrano, Dragó y compañía, habituales conductores y partícipes de los canales de televisión que han hecho de la información y la opinión un esperpéntico espectáculo de maledicencia y chabacanería, sustentado en un pensamiento retrógrado que fomenta ante todo el enfrentamiento civil como máximo acicate para ganar audiencia entre una muy determinada franja social, las declaraciones del hostelero donostiarra de Marbella fueran hoy noticia.

El propietario del asador de esa ciudad malagueña que se ha negado a cerrar su local, a requerimiento de la Junta de Andalucía, por incumplir la ley antitabaco, es un subproducto de la España ultramontana, cerril, chulesca y machota -de hondísimo arraigo en el solar patrio- y que encontró en nuestros días, a partir del 11-M de 2004, un revitalizador impulso a través de ciertos medios de información. Muy especialmente desde la cadena de radio de la obispalía en la que el predicador Losantos oficiaba como máximo sacerdote.

Hoy Losantos ya no es nadie en el panorama mediático español, una vez desalojado de su púlpito en la radio de la Iglesia. Tal desalojo fue decisivo para que dejara de hablarse de las soflamas del pico de Federico, a las que tan acostumbrados estábamos años atrás. Sin embargo, el estilo Losantos creó escuela y para demostrarlo ahí está esa floración de discípulos en otros y nuevos medios audiovisuales, que además han superado al maestro en inverecundia.

El hostelero marbellí encaja en la línea editorial que propala ese tipo de periodistas, tertulianos y comunicadores afincados en las televisiones auspiciadas por la lideresa Aguirre y que la TDT ha hecho visibles como rancia estantigua del ayer. Para él, como para ellos, el Gobierno es dictatorial, terrorista y marxista, según gritó el aludido a un periodista de La Sexta que buscaba razones más ceñidas al consumo de tabaco en su asador. Sus argumentos para negarse a aplicar en su local la ley que prohibe fumar son los mismos que esgrimen los colaboradores de esos medios cuando no tienen otros más a mano: el 11-M y la Operación Faisán.

Como colofón a tan fidedigno credo, el hostelero ahumado recurrió a la grandeza de sus cojones -propia según él de quien ha estado amenazado por ETA- para justificar el arrojo con el que se enfrentará a la autoridad si pretende cerrar su local, ya cerrado. Visto lo cual, nuestro protagonista debería ingresar como comunicador en el espíritu de la caverna mediática. Seguro que el machote de Horcajo ya está ultimando su fichaje. Por cojones.

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