Bocacalle

Más luz para la sima de Gaztelu

En los primeros días de septiembre de 2016 se supo por los medios que el forense Francisco Etxeberria había sacado de la fosa de Gaztelu, en el valle de Malerreka, los primeros huesos de niño de uno de los más siniestros y espantosos crímenes que tuvieron lugar durante la Guerra de España. Allí fueron enterrados, posiblemente después de haber sido asesinados en agosto de 1936, los cuerpos de una mujer embarazada y seis de sus siete hijos. Serán en total 200 los huesos por persona que Etxtberria deberá asomar a la luz, para que de ese modo el rumor, el tabú y el mito sean sustituidos por la verdad y la reparación.

A tal fin ha contribuido también en su día este libro de Jose Mari Esparza Zabalegui, con prólogo del propio forense, después de que en 1986 dos gruesos volúmenes que consignaban la atroz represión franquista en Navarra (tres millares de víctimas mortales sin apenas resistencia al golpe militar), apenas se le dedicara una líneas a la muerte de Juana Josefa Goñi Sagardía y seis de sus hijos. Supieron entonces los autores de «Navarra 1936. De la Esperanza al Terror», que se había abierto un sumario por el caso, pero ese sumario no apareció hasta 23 años después. Su lectura, en 2009, fue todavía más espeluznante que todos los rumores escuchados hasta entonces, según Esparza.

El autor dudó entonces sobre la conveniencia de hacer público ese sumario 167 de 1937 que derivó en la desaparición de la familia Goñi Sagardía. En 2014 fueron hallados en la fosa los restos de Iñaki Indart Ariztegui, un joven de Legasa que había desaparecido siete años antes, por lo que el también llamado zulo de Legarrea recobró actualidad. El merodeo de los medios de comunicación y la posibilidad de que el vaciado del fondo fuera inminente impulsaron a Esparza a irse a Gaztelu para escribir «La sima. ¿Qué fue de la familia Sagardía?»

La historia se lee con interés de principio a fin y da para ello toda la documentación de que el autor dispuso para conocer a sus protagonistas y el escenario en el que discurrieron sus vidas, en este caso una localidad, Gaztelu, donde 329 electores de un total de 341 votaron al Bloque de Derechas en las elecciones de febrero de 1936. La causa 167 rodó por los juzgados unos cuantos años, mientras tres de los imputados y una cuarta persona relacionada con la misma perdieron la vida: dos de ellos de forma violenta y todos entre 35 y 53 años. En 1945 se dispuso una inspección de la fosa de apenas diez minutos que no obtuvo ningún resultado. Para encontrar los restos Indart se requirieron tres horas con mejor instrumental técnico. En 1946, tres jueces de la Audiencia de Navarra emitieron el auto de sobreseimiento de la causa, sin que aparezca debidamente justificada la perpetración del delito.

Una vez escrito y presentada la primera edición del libro, Emparza creyó necesario añadir un breve texto a la segunda, una vez logró testimonios como el Dori Zugarramrdi Zozoya, de 97 años, para quien la muerte a los 52 años y en mitad del proceso del marido de Juana Josefa, Pedro Antonio Sagardía, no fue natural, sino a consecuencia de un envenenamiento. Más interesantes incluso que este es el testimonio de una de las nietas de la hermana de la víctima, Petra Goñi, quien guarda sorprendentes recuerdos de la abuela.

Según María Asun Losada, la madre de Petra y Juana Josefa, creía en los dioses antiguos, hacía sortilegios y no iba a la iglesia. Su hija mayor, Petra, siguió las mismas creencias. Sroguinkeriak, le dicen en euskera, brujería en castellano. Tanto Petra como Juana Josefa se casaron embarazadas, por lo que tuvieron que bautizar a sus hijos de madrugada y con mantón negro como señal de impureza.

Había apuntado el autor, entre las causas que podrían haber motivado tan oscuro como espantoso crimen, los robos de una familia necesitada, única acusación que aparece en el sumario; la lujuria desatada por una mujer hermosa; la locura de una guerra que en aquellos primeros meses fue especialmente cruel; las envidias y rencores vecinales. Lo que no esperaba Esparza es que, a unos cuantos kilómetros de Zugarramurdi, la brujería fuera el acicate para una violencia propia de los tiempos inquisitoriales, cuatro siglos después de que en 1610 se verificaran ejecuciones por ese motivo.

¿Fue Juana Josefa la última bruja vasca ajusticiada?, se pregunta finalmente el escritor. Parece algo irracional, pero ¿acaso hay algo racional en toda esta historia?

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