Bocacalle

Que viva La Coruña, no la muerte

Un juzgado de La Coruña ha restituido al general franquista Millán Astray el título de hijo predilecto de la ciudad que le había sido retirado, en cumplimiento del artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, por el anterior gobierno municipal (Partido Socialista-Bloque Nacionalista). El juzgado de lo contencioso-administrativo número 3 de la capital gallega ha estimado en parte las pretensiones de la hija del militar felón, que pidió asimismo la restauración de la estatua de su padre en la plaza que llevaba su nombre. La sentencia argumenta que el título le fue concedido al fundador de la Legión en un pleno municipal celebrado en agosto de 1922,14 años antes de la sublevación militar que dio origen a la Guerra Civil, y que "no cabe aplicar por ello la Ley de la Memoria Histórica".

El presidente de la Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica de La Coruña, Manuel Monge, ha solicitado al alcalde del Partido Popular de la ciudad, Carlos Negreira, que esa sentencia sea recurrida ante el Tribunal Superior de Justicia de Galicia. "Sería la primera vez que ese ayuntamiento no recurre una sentencia que es contraria a un acuerdo adoptado en el pleno", sostiene Monge, quien ha ofrecido el conocimiento de la asociación que preside para dar asesoramiento histórico a los técnicos municipales.

A tal fin reproducimos la arenga pronunciada en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca por el general franquista el 12 de octubre de 1936 y la histórica réplica de Miguel de Unamuno, rector de aquella institución. "Catalunya y el Pais Vasco –dijo Millán Astray- son cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en carne viva y sana como un frío bisturí. La carne sana es la tierra, la enferma su gente. El fascismo y el ejército arrancarán a la gente para restaurar en la tierra el sagrado reino nacional... cuando Franco lo quiera y con la ayuda de mis valientes moros, que si bien ayer me destrozaron el cuerpo, hoy merecen la gratitud de mi alma por combatir a los malos españoles... Porque dan la vida por la sagrada religión de España, escoltan a nuestro Caudillo...". En un ambiente enardecido, sonó una consigna en la sala: ¡Viva la Muerte!, el lema de Millán Astray, y éste coreado por el auditorio, lanzó las consignas rituales: ¡España! ¡Una! ¡España!¡Grande!¡ España!¡ Libre!.

A la consideración del gobierno municipal de La Coruña dejo si es de su predilección esa soflama, para mantener el título concedido a Millán Astray, o el discurso improvisado con el que el escritor y filósofo vasco constestó al general fascista. Habló Unamuno en estos términos, dos meses antes de que falleciera -arrestado en su casa- en extrañas circunstancias: "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso – por llamarlo de algún modo – del general Millán Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. [Se refiere al de Salamanca, Pla y Daniel]. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito, "Viva la muerte". Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor. Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España".

PS.-Constantemente me pregunto por qué al cine español, tan precario de calidad y profundidad a la hora de recrear la España de la Guerra Civil -salvo en muy contadas excepciones-, le falta ese film sobre los últimos meses de vida de Miguel de Unamuno y Jugo. Hace algunos años, basándome en el magnífico libro de Luciano González Egido Agonizar en Salamanca, elaboré un esbozo de guión que principia y termina con la similar circunstancia histórica que marcó la existencia del escritor vasco: su niñez discurrió en Bilbao durante la última guerra civil carlista y sus días se extinguieron un 31 de diciembre de 1936, cinco meses después de empezar nuestra Guerra Civil/Incivil del siglo XX.

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