Bocacalle

Vargas Llosa y la facción dura del PP

Cuando José María Aznar llegó a la presidencia del Gobierno en 1996, Mario Vargas Llosa fue el primer intelectual recibido casi de inmediato por el nuevo inquilino de La Moncloa, algo más que reseñable si se tiene en cuenta que no son muchos los intelectuales adscritos por simpatía al Partido Popular. Aquella visita tenía como propósito ofrecerle a don Mario la presidencia del Instituto Cervantes, que quedaría así arropado con el prestigio que otorgaría a esa institución el nombre del escritor hispano-peruano. Vargas desechó entonces el ofrecimiento, que ahora le acaba de hacer otra vez Mariano Rajoy, acaso porque al valor indiscutible de su obra literaria hace más de tres lustros añadió don Mario la reputada nombradía del Premio Nobel en 2010.

Sabrán quienes sigan en el diario El País los artículos dominicales del excelente novelista que, unas semanas antes de las pasadas elecciones generales, éste fue muy explícito a la hora de decantar su voto por un partido político. Las palabras dedicadas a una mujer menudita y de ojos efervescentes, con unas convicciones muy firmes, que ha demostrado a lo largo de su vida pública, como un puñado de políticos vascos, un coraje a prueba de terroristas y fanáticos, se referían a Rosa Díez, la dirigente de Unión, Progreso y Democracia, por la que Vargas confesaba rendida admiración.

El fundamento de esa preferencia lo basó don Mario en la posibilidad y el riesgo que comportaría una victoria por mayoría absoluta del PP, pues eso implicaría posiblemente que la facción más conservadora de ese partido, presionada por el poder de la reaccionaria jerarquía eclesiástica, empujara al nuevo Gobierno a deshacer, o aguar hasta vaciarlas de contenido, las reformas sociales más avanzadas aprobadas por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. A juicio de Vargas, esas reformas han hecho progresar la cultura de la libertad en España, como la ley que autoriza los matrimonios gays, la ampliación de la ley del aborto y los derechos de la mujer, temas en los que hoy España se encuentra en la vanguardia.

Por coherencia con lo expuesto en su artículo y por prudencia ante la probabilidad de que el ala dura del Partido Popular pueda deshacer, aguar o vaciar las reformas sociales aprobadas por ZP, me disgusta que don Mario haya tardado más de 24 horas en rechazar el ofrecimiento, pues por dignidad debería haber sido mucho más diligente en hacerlo .

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