El desconcierto

Pedro, Pablo, ni contigo ni sin ti...

..tienen mis males remedio. Esta copla, que tanto daño ha causado a las fuerzas progresistas, puede olvidarse si continúa el acercamiento entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Basta observar la reacción mediática de los poderosos, no se puede insultar más a uno y a otro, para deducir que la posible buena entente del PSOE con Podemos es el eje de la actual coyuntura política. Es diáfano, Pedro sin Pablo no va a la Moncloa; Pablo sin Pedro no logrará articular ningún gobierno de progreso. Solos van a la oposición, juntos podrían ir a la Moncloa.

El papel que Pedro ha presentado ha sido muy bien acogido por Pablo. Normal, porque coincide con el Plan de Emergencia Social que Podemos ha llevado al parlamento. A la vez, esa plena solidaridad del PSOE con los 8 de Airbus, víctimas  del 513.3 del Código Penal, indica una muy sintomática rectificación de la desafortunada represión de los huelguistas acaecida bajo el gobierno de Zapatero. Aunque haya ido acompañada por la doble utilización de las puertas giratorias de dos ex-ministras socialistas, Trinidad Jiménez en Telefónica y Elena Salgado en Nova Pescanova, no anula su importancia.

Parece lógica la discrepancia de Pablo con Pedro sobre un texto del que desconoce la letra pequeña. Ya un viejo político turnista de aquella I Restauración de los Borbones, Romanones, lo confesaba bien cuando decía: a mi dejarme de leyes, dadme los reglamentos. Eso es lo que no conocemos todavía. Quizás por ello, el portavoz de Ciudadanos en las negociaciones, Villegas, sostiene que para emitir un juicio de valor hay que esperar a los detalles. De momento, hay un catálogo de buenas intenciones junto a un cajón de sastre de propuestas contradictorias.

Veremos que ocurre con la reforma del artículo 135 de la Constitución. Sin su inmediata derogación, las urgentes medidas sociales del documento de Pedro no serían más que una carta a los Reyes Magos. No acaba de entenderse que no se acuerde su eliminación cuando España es el único país de toda la Unión Europea, junto con Alemania, en incluir como primera obligación constitucional el pago de una deuda impagable. Esperar flexibilidad de la Merkel, como se sugiere, es un brindis al sol. Máxime cuando nos acercamos a una nueva e intensa recesión económica.

Pablo debería entender que tiene que ser doblemente unitario. Por Pedro además de por él mismo. No es nada fácil la situación del secretario general en Ferraz. La devastadora experiencia de Iglesias en IU, antes de que lanzara Podemos, no es nada comparada con la que hoy vive Sánchez. La actual correlación de fuerzas en el seno del PSOE explica, que no justifica, las enormes reticencias del dirigente socialista a formar un gobierno PSOE, Podemos e IU y el intento de envolverse con Rivera. Por eso prioriza a quien tiene 40 escaños por encima de quien dispone de 69 y subordina la parte económica- social al capítulo político.

Pedro, a su vez, debería reflexionar sobre lo que le ocurrió a Zapatero. Con una vicepresidenta económica como Salgado, que acaba de sentarse en el Consejo de Administración de Nova Pescanova, estaba ya vendido cuando Merkel le obligó manu militari a arrodillarse ante Schaüble. Como si hubiera colocado a un zorro a cuidar del gallinero. Si pudiera entrar en la Moncloa, necesitaría unos ministros dispuestos a defender únicamente los intereses españoles. Del PSOE, de Podemos y de IU. Si persiste hoy en la idea de vetar a Pablo, tal vez podría encontrarse mañana aislado en un consejo de ministros, si es que llega a constituirlo, muy tentados por no pocas ofertas de puertas giratorias.

Tanto si forman un gobierno de progreso, harto improbable, como si se sientan en la oposición, — salvo que el PSOE se suicide pactando por activa o pasiva con PP, con Cs o con ambos —lo más probable  es que las dos fuerzas progresistas no tengan otra opción que la de entenderse. Bien en la Moncloa, si Sánchez se atreve, bien en el Congreso de los Diputados, PSOE y Podemos gobernarán o acabarán articulando una alternativa progresista. La derecha, si fracasa en su intento de fragmentar al socialismo, arremeterá contra Pedro con la misma fuerza con la que embiste a Pablo.

Urge, pues, que Pedro convenza a los suyos de que ya pasaron los felices tiempos  en los que el PSOE ninguneaba al resto de los progresistas en la llamada Casa Común, y que Pablo trabaje por la superación del sectarismo político con el que los morados a veces conviven. El PSOE debe aceptar que Podemos ha venido para quedarse y cuenta ya con su misma fuerza social. Y Podemos  debe convencerse de que el PSOE, en la medida en que vuelva a sus raíces, no reeditará la tragedia griega de la pasokización.

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