El desconcierto

Las rebajas de Rivera

El principal escollo de las negociaciones entre Ciudadanos y PSOE, patente en la ronda celebrada ayer, radica en las rebajas que propone Albert Rivera a las propuestas socialdemócratas que ha presentado Sánchez. Pese a que el candidato socialista agradece la disponibilidad de Ciudadanos, - como él mismo ha dicho-, sopesa todas las rebajas en materia fiscal, laboral, educativa, sanitaria, política y ética. Como nada es gratis, este apoyo de Rivera tiene un precio. El gratis total ya sólo puede funcionar en un pacto de investidura, no de legislatura o gobierno, y solo con grupúsculos.

Es lo que suele ocurrir en la Unión Europea. El pacto entre la derecha alemana de Merkel y el SPD, por ejemplo, obligó a unos y otros a mutuas cesiones políticas, tras analizar cada formación sus ganancias y consecuencias electorales. No tiene nada de extraño que la derecha española de Rivera, a la hora de negociar con el PSOE, fije un coste. Lo único ánomalo es que lo establezca sin que pueda ayudar a Sánchez a entrar en la Moncloa. No existe proporción entre lo que demanda Rivera y lo que puede dar al PSOE. No hay do ut des.

Garicano, ese conocido estalinista del mercado, es coherente. No solo por su visión ideologizada de la economía, sino también por su lealtad a los poderosos intereses que trasvasaron la financiación que recibía UPyD a Ciudadanos. Pacta sum servanda. Nada de Banca Pública. Así, socializadas las pérdidas de Bankia, toca ahora reprivatizar los beneficios. En cuanto a la reforma laboral, que no alcance a las indemnizaciones por año trabajado en el pasado, presente o futuro, con o sin contrato único. Y de subir impuestos a los que ganan  300.000 euros, naranjas de la China o, mejor sería decir, de Ciudadanos.

Con la misma coherencia, subordina la propuesta socialdemócrata de garantizar la vivienda, agua y electricidad a la estabilidad presupuestaria. O sea, con la madre del cordero de la Merkel, la reforma del 135 de la Constitución. Sabe bien que sin su derogación todos los pactos sociales son una carta a los Reyes Magos. Porque no cabe al mismo tiempo, aumentar el gasto público, los aumentos fiscales y reestructurar la deuda — que roza el 100% del PIB — sin que sea derogada. O se vuelve a legalizar a Keynes o es inútil un programa keynesiano.

No es el  fundamentalismo neoliberal, sin embargo, el que trasluce tras esa negativa a una reforma constitucional del modelo de Estado. Confundir el derecho a decidir con la independencia obedece al lerrouxismo genético con el que nació C's. Que se sepa Cameron, que convocó un referéndum en Escocia, no es ningún independentista escocés, ni los conservadores buscan quebrar la unidad de Gran Bretaña, que como España es un estado plurinacional. Olvidarse de la propuesta federalista del PSOE, partido federal por excelencia, es pasarse de rebaja.

Nadie es más ajeno que Sánchez a subirse al caballo blanco de Santiago al grito de Pedro y cierra España, pero sí que su compañera Susana Díez va a subirse el próximo lunes 28 de febrero, día de Andalucía, al presentar una moción en  los ayuntamientos andaluces para rechazar los intentos de romper la unidad de España. Ese modelo de gobierno andaluz que se intenta aplicar en Madrid, el pacto PSOE-Ciudadanos, mal cabalga sobre un enfoque centralista del estado español opuesto a la España plural de Zapatero.

Sí es neoliberalismo de pura cepa, por el contrario, no abordar la lucha contra la corrupción desde el ángulo de los corruptores. Sin la eliminación de las puertas giratorias, o una oficina que coordine toda esta lucha, las eléctricas, por poner un ejemplo, seguirán haciendo de sus capas un sayo, como hicieron cuando tanto González como Aznar se sentaban en sus consejos de administración. Es una rebaja ética grave por cuanto los hechos, como ocurre con la mierda del PP en Madrid, señalan que Ciudadanos sostiene con sus escaños un gobierno sustentado en la corrupción. Es su binomio. Rebaja en los pactos, silencios parlamentarios. Y eso que Cristina Cifuentes era delegada del Gobierno cuando la mafia de Aguirre asolaba a los madrileños.

 

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