El desconcierto

El resignado ciudadano Sánchez

Desde su investidura fallida como presidente de Gobierno, por haber rechazado encabezar una candidatura progresista, Sánchez parece haberse resignado a seguir de la mano de Rivera que le impidió triunfar en aquella sesión. Su resignación es tan espectacular como su conversión. Setenta y dos horas después de acusar de traición a Iglesias, sobre la base de la supuesta  pinza, anuncia que el PSOE va a negociar con el PP. Diecisiete noes consecutivos, de Sánchez a Rajoy, sustituidos de la noche a la mañana por el sí que le exigía Rivera.

A poco que se descuide, Sánchez puede terminar representando el mismo papel que el resignao cumple en las cuadras andaluzas. Llámase así al caballo encargado de poner a punto a la yegua que luego monta el semental. Paso a paso, el líder socialista va calentando la situación para que más tarde la X del IBEX entre a lo grande en la Moncloa. Cumplida la triste tarea, el resignao  es retirado, como también lo sería, a juzgar por lo que ha sugerido Rivera, el ciudadano, que no candidato, Sánchez.

Apenas se había firmado la última carta PSOE-Ciudadanos, cuando el político catalán manifestó que en el pacto  suscrito con los socialistas no figuraba ninguna cláusula que obligara a nombrar como presidente de Gobierno al líder del PSOE. Más aún, precisaba su oferta política al PP: la cabeza de Sánchez por la de Rajoy. Cambio de cromos que permitiría continuar con la misma política sin los mismos políticos; tal vez, con un Monti carpetovetónico, un Eduardo Serra, o  uno de esos nombres muchos bien vistos, e intercambiables, del PP o del PSOE.

Esta decapitación simultánea de Rajoy y Sánchez sería un paso decisivo en dirección a la Gran Coalición, que sus publicistas venden como Gran Centro pese a que el propio hijo de Adolfo Suárez, en un artículo publicado en el diario ABC, el martes 8 de marzo, desautorizaba a quienes manipulan la memoria de su padre con fines ajenos al centrismo.

Rajoy, por el momento, no está por la labor de servir su cabeza en bandeja al Herodes de la Gran Coalición, ni tampoco parece fácil que los siete velos de Salomé Rivera puedan  seducir al PP. No es casual que Sánchez intente ahora abortar su posible candidatura a resignao insistiendo en que él es el candidato del PSOE y amague de nuevo con la posibilidad de una vicepresidencia para Iglesias. No va a a ser nada fácil a Rivera y sus padrinos poner el cascabel a estos dos gatos que van a defenderse panza arriba. O se los ponen simultáneamente o no hay más camino que volver a las urnas.

Al fin y al cabo, Sánchez puede volver a explorar la negociación con Podemos, Compromís e IU. Si antes de la fallida investidura asistió a la mesa de izquierdas ¿por qué no puede volver ahora? Si Rivera se ha permitido poner su cabeza en venta, cabe que el socialista desee mantenerla volviendo a la negociación con las fuerzas progresistas. No hay que hacerse ninguna ilusión. Pero una vez que ha entrevisto lo que le puede ocurrir, quedarse como simple ciudadano, trate de ponerse de nuevo el traje de candidato con la ayuda de Iglesias, Garzón, Oltra y Domenech. En ese instante, dejaría de ser el resignao de la Gran Coalición.

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